1. Mi particular noche de bodas


    Fecha: 29/01/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... trasero, y me subí a él, colgando mis brazos de su cuello y mis piernas abrazadas a su cintura. De esta guisa, me trasladó hasta su habitación, para posarme cariñosamente sobre la cama. Derruida, me acurruqué, y acostada de lado, y con Eduardo pegado a mi espalda, me quedé dormida con las primeras luces del día, que atravesaban ya la ventana. Me desperté un par de horas después. El sol ya entraba con fuerza, y la claridad y el calor me hizo despertar. Eduardo continuaba dormido, a mi lado, tendido boca abajo y con la cara girada hacia mí. Me deleité unos minutos observando su cuerpo. De espaldas estaba como un queso. Estaba empapado en sudor, pues hacía calor. Tenía una espalda ancha, y bien musculuda, sin rayar en lo excesivo. El culo era redondo y prieto y brillaba por efecto del sudor y la luz derramándose sobre él; su cuerpo estaba bien bronceado, y sus brazos, doblados bajo la almohada eran armoniosos y fuertes. Sus manos, grandes y masculinas estaban diseñadas para acariciar a las mujeres, y las piernas, ligeramente abaiertas eran como las de una escultura griega, largas, fuertes y fibrosas, moldeadas por el deporte. No pude menos de acariciarle, desde su cuello, bajando por su espalda, hasta acariciar sus duros glúteos, y continuar bajando por el interior de sus muslos hasta las pantorrillas. Se movió cuando mis dedos acariciaron la endidura de su culo, pero no se despertó. Deseé tumbarme sobre él, sentir el calor de su cuerpo y pegar mi púbis a su trasero, pero no ...
    ... quise despertarle. Me levanté y bajé la persiana, dejando unas rendijas para poder tener algo de claridad. Fui hasta el baño, equipado con una espectacular bañera redonda, en la que podrían entrar, calculé, al menos tres personas bien holgadas. Me pregunté cuántas veces se habría usado para tareas no necesariamente relacionadas con la higiene. Me di un baño de espuma, con agua tibia y abundante jabón. Enjaboné con dedicación cada rincón de mi anatomía. Desde hacía varios años, cuando mi matrimonio había empezado a decaer, no había hecho gran caso de mi cuerpo. Incluso llegué a pensar que la indiferencia que mi marido me mostraba se debía a que había perdido la hermosura de mi adolescencia y juventud. Tumbada en la bañera, pensaba que había estado muy equivocada. Mis formas se habían redondeado algo con los años, pero en realidad lo habían hecho para mejorar. Mantenía un culito respingó y apretado, tan del gusto de los hombres. Mis piernas eran largas, su piel se había suavizado con la edad y tenían una forma envidiable. Mis pechos eran un poquito más grandes que antes, peron aún se mantenían redondos, henchidos y erguidos hacia el cielo. Mis pezones se alzaban desafiantes y tensos ante la excitación, y mi vientre, si bien un poquito más hinchado que antaño, seguía sin presentar los antiestéticos michelines. Mi cuello era largo y esbelto, de piel fina, y mi rostro, más maduro y menos aniñado estaba en el equilibrio justo entre la belleza infantil y las arrugas de madurez y con el ...