Mi particular noche de bodas
Fecha: 29/01/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... cutis más terso. Mis labios, gruesos, y colorados aún sin pintar, fueron diseñados para el beso y el placer. En realidad estaba ante mi plenitud física, y con 28 años recien cumplidos mi belleza era mayor que nunca, y mi equilibrio mental era superior al que nunca había tenido. Tenía todas las premisas para ser feliz, y no tenía por qué pensar que no habría de ser así. Me levanté, vacié la bañera, y me di una ducha rápida. Me lavé el pelo, y volví a la habitación. Aún húmeda de la ducha, y por qué no decirlo, por la excitación de encontrarme tan feliz, me eché a la cama de nuevo. Una corriente de me puso la piel de gallina, inchó mis pechos y enderezó mis pezones. Eduardo aún dormía placidamente. No tardé en quedarme plácidamente dormida yo también. Me desperté muy suavemente, descansada y feliz. Estaba tumbada sobre un costado, acurrucada en posición fetal, con las piernas flexionadas dándole la espalda a Eduardo. Él notó que me estaba despertando, y se apretó contra mi espalda. Fue cubriendo de suaves besos mi cara y mi cuello, mientras yo aún dormitaba. Apretó su pelvis a mi trasero, dejando que su sexo fuese engordando aprisionado entre mis muslos. Fue acariciándome el vientre y los pechos, mientras yo me encontraba aún semiinconsciente. Permanecimos así durante bastantes minutos, hasta que me giré para quedarme frente a él. Aún medio dormidos nos estuvimos besando y acariciando durante largo rato. Enlazamos nuestras piernas, me tumbé sobre él, abrí mis piernas y ...
... comenzé a cabalgarlo. Apoyé las manos en su pecho, y comenzé a subir y bajar sobre su sexo mientras sus manos se dedicaban a mis pechos. Me arqueé hacia atras y fui aumentando el ritmo al tiempo que crecía el placer que recorría mi cuerpo. Fue un polvo suave y amoroso, casi conyugal. Al cabo de un rato, me dejé caer sobre él, y sin desligar su sexo del mío, nos giramos hasta que Eduardo quedó encima de mí. Me así al cabecero de la cama, y abrazando sus caderas con mis piernas, me dejé hacer. Eduardo me agarró fuertemente las muñecas y comenzó a empujar, lenta, pero decididamente. Podía ver a lo largo de mi cuerpo mis pechos hinchados, los pezones largos y duros, y mi vientre temblando a cada embestida de su polla, que veía aparecer y desaparacer para enterrarse en mi interior más allá de los pelillos de mi púbis. La penetración era cada vez más húmeda y fluida, y me fui abandonando las sensaciones que desde mi sexo iban recorriendo todo mi cuerpol La cadencia de la penetración, con la verga de Eduardo entrando y saliendo de mí, se iba haciendo más rápida y vigorosa. El creciente placer empezaba a arrancar de mi garganta gemidos cada vez más fuertes, al tiempo que mi cabeza perdía el sentido de la realidad, mi boca entreabierta emitía agudos aullidos y mi sexo recibía con creciente placer el gozoso ataque al que me sometía la polla de Eduardo. Finalmente, el placer desbordó mis sentidos, y mi espalda se flexionó en una curva casi imposible, elevando mis pechos hacia el cielo, mis ...