El amor después del Apocalipsis
Fecha: 15/09/2017,
Categorías:
Incesto
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
Ya habían pasado cinco años del día en que los terroristas del ER25 esparcieron el virus, Y unos tres años de que los humanos no inmunes perecieron. La humanidad quedó reducida a una milésima parte, y encontrarse con otro ser vivo era casi imposible, porque por las calles, caminaban los cuerpos pútridos de los que una vez fueron nuestros amigos y familiares. Yo vivía con mi primo Edu, y mi hermana Laura. Cuando todo ocurrió, mi hermana y yo éramos apenas adolescentes de catorce y quince años. Nuestros padres fueron unos de los primeros en morir, y Edu, que estaba en la misma situación que nosotros, se nos unió, y siendo ya un adulto, aunque muy joven, ocupó un rol similar al de un padre, guiándonos y protegiéndonos lo mejor que podía. Los muertos vivos que deambulaban por las calles no representaban gran peligro. Eran extremadamente lentos, y salvo que estuvieran muchos de ellos juntos, no era difícil eludirlos. Sin embargo, creaban una barrera entre las personas, y al estar las calles atestadas de ellos, la gente no se desplazaba con libertad, y por ende, era difícil encontrarse con otros. De hecho, nosotros, a lo largo de esos años, nos encontramos únicamente con tres o cuatro grupos de personas, y en parte, nos alegrábamos por eso. El desastre en que estaba envuelto el mundo convirtió a la mayoría de la gente en cínicas y maliciosas, ya que no había un orden legal que nos rija, y la moral, por su parte, también se había degradado, porque la dificultad para adquirir ...
... alimentos nos convertía en animales. Los terroristas habían argüido, al lanzar el ataque, que el mundo no soportaría por mucho tiempo la superpoblación humana, y era necesario reducirla drásticamente para que los recursos naturales se puedan repartir equitativamente y la humanidad no se extinga. Sin embargo, parece que no contemplaron la posibilidad de que muchos volverían como zombis y les harían la vida difícil a los vivos, impidiéndonos acceder a esos recursos. Así y todo, nosotros nos mantuvimos lo más civilizados posibles, y gracias a la decisión atinada de Edu, de no unirnos a otros grupos, pudimos sobrevivir sin perder nuestro carácter pacífico y cordial. Cada semana realizábamos excursiones por las calles repletas de basura, y caminábamos frente a las casas y edificios deteriorados por los muertos vivos o por el simple paso del tiempo. Buscábamos comida, o cualquier cosa que nos sirviera de entretenimiento, y volvíamos a casa. Habíamos usurpado el chalet más lujoso del barrio. El interior de este contradecía totalmente el paisaje caótico que veíamos a través de las ventanas. Los muebles lujosos se mantuvieron intactos, y siempre estaba limpio, porque para eso teníamos tiempo de sobra. A falta de televisión, habíamos asaltado varias librerías, y pasábamos los días consumiendo historias de todo tipo. Nos gustó tanto la literatura, que los domingos nos reuníamos, a la luz de las velas, para inventar nuestras propias historias. Las leíamos en voz alta a los otros dos, nos ...