El desahogo
Fecha: 03/02/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: arandi, Fuente: RelatosEróticos
... económico con urgencia y se veía que era una persona que no le gustaba depender de nadie, siempre y cuando ella pudiera ganarse, por sus propios medios, tal remuneración. Tras varios minutos en los que ella aligeró su padecer al compartirlo, yo me dispuse a explicarle en qué consistía el trabajo que le ofrecería. Algo que enfaticé es que yo quería dejarle todo en claro desde el principio para que no hubiera ni malos entendidos ni sorpresas de mal gusto para ninguno de los dos. Ella puso atención. Comencé informándole sobre la remuneración por sus servicios que estaba dispuesto a ofrecerle y ella se sorprendió de tal cantidad. No obstante, le pedí cautela y que escuchara con atención. —Mira Ana Paula —comencé a decirle—. Para que pueda contratarte por esa cantidad necesito que aceptes algunos términos. Ella me miró con suspicacia. —No es nada malo, por lo menos no desde dónde yo lo veo. Son servicios muy concretos y personales, sin ningún afán de aprovecharme, es por ello que dejo todo claro desde antes de que aceptes. La expresión de su mirada cambió inmediatamente tras haberme escuchado. Ante mis ojos, Ana Paula se volvió más avispada y aquello me cautivó. —¿A lo que te refieres es a sexo? —me dijo. —Servicios sexuales, más bien —aclaré. Servicios bien definidos y hechos con los cuidados necesarios para que ninguno de los dos corra riesgos. Ana Paula tomo una expresión muy seria en su rostro y temí que mis deseos no serían saciados, sin embargo, no se levantó y se fue, ...
... sino que permaneció unos segundos en silencio. Para romper tal mutismo decidí hacerle una propuesta. —Mira, ¿qué te parece si te ofrezco esto? —le dije al mismo tiempo que sacaba mi chequera y escribía una considerable cantidad en uno de los talones. Corté el cheque del talonario y se lo ofrecí. Ella lo recogió con cautela y lo observó con interés. —Te ofrezco esto sólo como un incentivo, a cambio de esta cantidad sólo te pido dos cosas: que lo pienses... que lo pienses muy bien y que cambies de posición en esa silla en este preciso momento. —¿Qué, qué? —me dijo un tanto confundida. —Sí, mira sólo quiero que te des la vuelta y te hinques sobre esa misma silla en la que ahora estás sentada. Después de eso quiero que te subas tu falda hasta arriba y me permitas contemplar tu trasero. Sólo eso. Ana Paula dudó, pero sopesando la cantidad ofrecida se decidió. Con soltura se puso en pie y se dispuso a colocarse en la posición solicitada. Una vez hincada, pude disfrutar de un panorama hermoso. Su trasero, aún sin ser descubierto de la falda que le cubría, era bellísimo. Grande, pero sin ser vulgar como tantos otros. Daban ganas de darse unos buenos tallones en él. Cuando se armó de valor y se subió la falda sastre color negro que vestía dejó a la vista la suave piel morena clara desde el final de sus medias negras hasta las frondosas nalgas que sólo quedaban cubiertas por unas pantaletas también negras. No pude resistirme y me acerqué a ella. Comencé a acariciar sus muslos y ella ...