El desahogo
Fecha: 03/02/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: arandi, Fuente: RelatosEróticos
... protesto que eso no estaba en el trato inicial. Le ofrecí esto: —Okey. Enseguida te extiendo un cheque similar al ya dado si me dejas penetrarte en este preciso momento — yo ya no aguantaba más, estaba completamente ansioso. Ella dudó diciendo palabras inconexas que reflejaban su vacilación. Yo, por mi parte no dejé de acariciar sus lindos cachetes y metí uno de mis dedos en la hendidura que los separaba tratando de palpar su precioso culito. Como estaba ansioso no pude esperar una clara respuesta y con total decisión tomé sus pantaletas y jalándolas se las arranqué de un fuerte tirón. Ella gritó por la sorpresa. Mi pene; que ya pedía, “rogaba”, salir del pantalón; exhibía una erección evidente. Me bajé el cierre de mi cremallera y tras liberarlo de la ropa interior lo saqué e inmediatamente lo paseé por la raja de ese bello trasero que se le ofrecía. Ana Paula cambió de expresión notablemente. Era evidente que ella también tenía deseos y quizás más fuertes al estar reprimidos, si es que aún (desde su divorcio) no tenía pareja sexual. —Espera... espera —me dijo, mientras que yo ya le iba introduciendo mi pene en su indemne vagina —. Si quiera ponte condón. Yo, que ya la había resguardado al natural en su intimidad, no de buena gana accedí a sacársela y me acerqué a mi escritorio para, de uno de los cajones, sacar unos preservativos. Una vez estuvo mi pene forrado se la volví a enterrárselo disfrutando de un mete y saca delicioso. De vez en cuando se la sacaba completa para ...
... colocarle la punta en su orificio anal pero ella opuso total resistencia negándome el placer de penetrarla por allí «de seguro que está bien apretada de ahí, mmmm...». Después de ese afortunado primer encuentro. Observé un cambio notable en su expresión y yo le recalque que era consciente de que las características del “trabajo” iban más allá de lo convencional para una secretaria o asistente pero que serían bien remuneradas tomando en cuenta el sueldo que ganaría. Pasaron casi dos meses desde su contratación y Ana Paula había demostrado con creces lo valioso de su trabajo. Habían sido unas semanas de mucha labor pues, dado el proyecto que había caído en nuestras manos recientemente, todos los integrantes de la empresa tuvimos que dar el máximo y Ana Paula (debo reconocerlo) fue por mucho de gran ayuda. Sin embargo, desde aquella “primera entrevista de trabajo” no le había pedido ni uno solo de sus servicios “especiales”. En fin, ya habíamos hecho por fin la entrega y era momento de relajar un poco los músculos y el cerebro así que... ¿qué mejor ocasión? —Oye Ana, vamos a tomarnos unos minutos, Okey, necesito un desahogo—le dije. Ana Paula se sacó un tanto de onda por un breve instante, pero al captar la intención tras mis palabras asintió recordando, supongo, tal clausula tácita de su contrato. Me pidió unos minutos sólo para ir a guardar y ordenar unos documentos importantes al archivo, tiempo que yo aproveché para cerrar las cortinas y deshacerme de saco y corbata. Mientras ...