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Historia del chip (040): Una mujer de mundo (Kim 015)
Fecha: 06/02/2018, Categorías: Grandes Relatos, Dominación Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
Roger no tardó demasiado en volver y a Kim le preocupó que siguiera triste. No le contó nada de su viaje y tampoco le explicó el motivo de pertenecer al club al que había sido entregada. —¿Y tú te has divertido? — le preguntó después de eyacular en su boca, en el hotel. —Mucho. Pero no sé si se habrán quedado satisfechos conmigo. Y mi culo está dolorido. Roger le acarició el pelo antes de besarla. —¿Molesta? —No, idiota. Pero quizás alguno de ellos lo esté. Es difícil dejar radiante a un hombre si no sabes cómo complacerle. Y no tenía ninguna experiencia sobre eso. —¿Y orgasmos? —No ha habido. Pero me ha costado— confesó ofreciéndole los pechos. Roger aceptó la oferta y empezó a pellizcarle los pezones. —Eso siempre nos gusta a los hombres. —Lo que no entiendo es cómo es posible que el chip no esté activo en el club. ¡Ni siquiera me lo dijiste! — No tenías por qué saberlo si no ibas a tenerlos. Kim no se molestó. Tenía unas reglas. Lo importante era que no le había contestado. —¿Y tú y tu brasileña? — preguntó Kim. Recibió nuevos estímulos si bien no apartó los senos. Le gustó haberle hecho reaccionar. —Te aseguro que no puedo hacerle esto a pesar de que tiene un cuerpo de ensueño. —¿Entonces… por eso estás conmigo? —Contigo tengo muchas ventajas, amor. Estoy cansado de hablar. Te he traído un regalo. Sacó una cajita envuelta en celofán y Kim la abrió con inquietud. Dentro había tres pinzas. —Ya tengo pinzas. ¿Esto es un regalo? Se arrepintió al percibir la decepción en su ...
... rostro. Era importante para él. —Son para que duermas con ellas. Son ligeras y cómodas, aunque dolerán bastante. No son tan fuertes como las que usamos habitualmente. Las de arriba son algo más molestas. —¿Me las pongo ahora? — preguntó Kim casi sin inmutarse. —Sí, por favor. Quiero que las lleves siempre en la cama o durmiendo. —¿Siempre? —Sí, cuando tenga ganas de tocarte los pezones las retiraré. Luego si yo no te las he colocado, tienes que volver a ponértelas. —Está bien, pero si estoy contigo prefiero que me las pongas tú. Kim sabía que prefería ajustar primero las de arriba. Cerró los ojos y puso los brazos en la nuca ofreciendo los senos sin titubeos y con arrogancia. Altiva y recta. Las pinzas eran molestas sin poder compararse con algunas que había llevado en su momento. Abrió las piernas todo lo que pudo para ofrecer su clítoris. Nunca le había puesto nada allí así que le costó no cerrar las piernas y mantener los brazos detrás de la nuca. El dolor la paralizó un momento hasta que Roger le dio un beso. Kim no movió los brazos, suponiendo que el preferiría que los dejase dónde se hallaban. —¿Preparada? Kim se preguntó a qué se referiría. ¡Le iba a retirar las pinzas recién puestas! Roger se las quitó sin miramientos, no permitiendo que se acostumbrase a la sensación de llevarlas. Suspiró. Roger esperó unos segundos antes de acariciar los pezones liberados. Segundos angustiosos para ella. El deseo era tan intenso que casi tuvo un orgasmo. —Tranquila. Nada de irte, ...