Historia del chip (040): Una mujer de mundo (Kim 015)
Fecha: 06/02/2018,
Categorías:
Grandes Relatos,
Dominación
Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
... intenta evitarlo— ordenó Roger. —Es más fácil decirlo que hacerlo— replicó Kim, irritada más con ella misma que con él. —Lo siento, amor. Vamos a dormir un poco. Kim se acurrucó con las manos por delante. Le acarició el pecho a través de la camisa. —¿Puedo pedirte algo? — preguntó. —Sé qué quieres. Roger se quitó la camisa, aunque no los pantalones y dejó que ella pudiese tocarle el torso desnudo. —Gracias— dijo él cariñosamente. —Te las pongo de nuevo. Kim notó como le cerraba el metal el pezón derecho antes que el izquierdo. No pensaba que fuera a dormir… equivocándose. *—*—* Los siguientes meses fueron un carrusel. Roger iba y venía a su gusto, llevándose casi siempre a India 2, 3 o 4, mientras Kim era entregada a Mike 2 o Mike 3. Casi nunca dormía sola y no había vuelto a tener un sólo orgasmo. Era más difícil que nunca sabiendo que el chip no estaba actuando. La falta de impedimento físico era una tortura en sí misma. Siempre llevaba las tres pinzas si estaba en la cama, aunque fuera para una simple siesta. Solían usar su culo, siguiendo las preferencias de Roger. A veces, para variar, eyaculaban en su boca. Cuando Roger llegaba y devolvía alguna mujer al redil, solía llevarse a Kim al hotel y practicaban sexo durante horas. Luego volvían a la rutina habitual de taparrabos, playa, voleibol y exhibición continua por la isla. Kim nunca llegaba a entender las idas y venidas de Roger. Por suerte, casi nunca estaba más de un par de semanas fuera. En alguna ocasión, Roger ...
... le preguntaba si quería sexo. A Kim le costó entender la pregunta hasta que por fin descubrió que se refería a si deseaba un orgasmo. Para ella, siempre estaban haciendo el amor. Y desde que lo supo, no le engañó, ya que lo ansiaba con todo su ser, pero le dejaba elegir a él. Una cierta soberbia se traslucía en la mirada de Roger, como si poseer esa autoridad sobre ella fuera lo más esencial del mundo. Kim no llegaba a entender qué hacía tan significativo sus orgasmos. Hablaba con las otras amantes de Roger, nada le hubiera impedido indagar sobre sus escarceos. Roger las trataba con consideración, follaba de manera habitual y ninguna se quejó nunca de falta de espasmos. Llegó al entendimiento de que las demás chicas del club tenían permiso para tener culminación y no podían hablar o preferían no hablar de ello. Y eso hacía todavía más misterioso que el chip no actuase en el club. Una parte de Kim resolvió que, si Roger deseaba o necesitaba tenerla de esa manera tan extraña, tan posesiva, ella podía asumirlo. Después de todo, él siempre había requerido esa devoción por su parte. Un día, -después de una perfecta sesión de voleibol-, se dieron un baño caliente y él le dijo que tenía un nuevo regalo. Kim conocía la necesidad de Roger de que la aceptación fuera completa y sin fisuras. Eran tres pinzas como las que llevaba puestas en ese momento, pero con la diferencia de que partían tres cadenas de las que colgaban tres pequeñas bolas redondas y doradas. Burlaban a la vista. ...