Heil mama (Cap. 1)
Fecha: 10/02/2018,
Categorías:
Incesto
No Consentido
Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos
Antes de nada, debo decir que la historia que me dispongo a contar sucedió a principios de los años noventa. Me llamo Francisco, Paco para los amigos. Por aquel entonces tenía 19 años y también debo decir que era un completo imbécil. ¿Por qué insulto a mi yo pasado? Comenzaré describiendo mi look de aquellos años: cabeza rapada, cazadora bomber, botas militares, pantalones de camuflaje... en fin, ya os hacéis una idea. En efecto, era un skinhead, al igual que todos mis amigos. Éramos neonazis violentos, racistas, homófobos, antisemitas, germanófilos (eso no quiere decir que nos gustase follar con alemanas, aunque realmente nos hubiese gustado), patriotas y algunas cosas más. Pero tranquilos, aunque en este relato habrá bastante sexo no van a darme por el culo como al tipo de American History X. Como ya he dicho me llamo Paco, y era un mozo más bien alto y de complexión atlética, a pesar de que no hacía apenas deporte. No era especialmente guapo ni tampoco feo. Mi rasgo más característico eran mis ojos, grandes, azules y saltones. Ojos de loco, decían algunos. Yo prefiero decir que tenía una mirada intensa, sobre todo cuando me enfadaba o estaba muy cachondo. También tenía tatuada en un hombro un águila con una esvástica, un tatuaje que me borré con láser años más tarde, pero esa es otra historia. Vivía en un barrio periférico de una gran ciudad, uno de esos barrios que son como un pueblo, y donde cada vez había más inmigrantes, cosa que obviamente nos exasperaba a mí y a ...
... mis rapados amigos. A pesar de todo, se podría decir que éramos los reyes del lugar. Había otras tribus urbanas, desde luego, punkis, heavys, etc, pero nosotros éramos los más duros, los más agresivos y territoriales, y nadie se atrevía a desafiarnos. Nuestras “actividades” consistían básicamente en acosar y agredir a sudamericanos, negros, moros, maricones, o a cualquiera que nos mirase mal. Nuestro coto de caza favorito era un pequeño y oscuro parque donde se paseaban y ejercían su oficio un buen número de prostitutas. A veces le dábamos una paliza a un travelo, a veces localizábamos a una puta extranjera, la arrastrábamos a la parte más oscura del parque y le hacíamos las cosas más humillantes que se nos ocurrían sin intención de pagarle, para después dejarla tirada lloriqueando, desnuda y cubierta de semen, en el mejor de los casos. En fin, no éramos gente agradable precisamente. En cuanto a mi familia, mi padre era guardia civil, un facha de manual (de tal palo...), y había muerto cuando yo tenía once años en un accidente de tráfico cuando regresaba borracho de un puticlub, cosa que me habían ocultado en su momento pero que yo había averiguado con el tiempo. A pesar de su casposa muerte mi padre era mi héroe, y siempre lo recordaría como tal. En cuanto a mi madre, era la perfecta ama de casa y esposa cristiana, entregada a su familia y a Dios, y por supuesto la mujer a la que yo más quería en el mundo. Pero ya hablaremos de ella más detenidamente. Supongo que estáis ...