AQUELARRE
Fecha: 15/02/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
– I – Admito que no era una belleza. Delgada, menuda y pálida, vestida siempre de negro, con el cabello cortado a los chico y premeditadamente despeinado… No, Salomé no era una belleza al uso, pero tenía un encanto especial. No sabría definirlo, un cierto morbo difícil de precisar. Además, yo no estaba para exquisiteces: a punto de licenciarme en la universidad y aún no había logrado desvirgarme… al menos completamente. Algunos escarceos, sí, pero ninguno sin consumar del todo; y como yo no era proclive a acudir a profesionales –como algún amigo mío–, pues… Así que cuando Salomé, tras una clase, me invitó a aquella fiesta, no lo dudé. Ahí había opción de mojar, pensé. No niego que me sorprendió la propuesta. ¡¿Una misa negra?! Resulta que la chica andaba metida en rollos satanistas y cosas así. La verdad, viendo su estilo un tanto gótico y ese aire inquietante, tampoco resultaba tan extraño. Supuse que se trataría de algún grupo de amigos que montarían fiestas vestidos de cuero negro y maquillajes siniestros para escuchar rock satánico y fumarse unos petas. El plan no me parecía mal, sobre todo cuando de la boca de Salomé surgió la palabra orgía. Intenté no emocionarme en exceso, pues había estado en otras fiestas universitarias que prometían todo tipo de desmadres y luego el sexo brillaba por su ausencia, pero aún así despertó mis fantasías. Por otro lado la forma en que Salomé me lo explicó, aproximándose a mí hasta rozar nuestros cuerpos, con una más que evidente ...
... insinuación sexual en su tono y en su mirada, me puso cachondo –para lo cual tampoco hace falta demasiado, la verdad–. En cuando se fue salí pitando hacia el baño para hacerme una paja. La pequeña zorrita me había puesto tan caliente que me corrí enseguida. Imaginé el delgado y bonito cuerpo de Salomé, desnudo ante mí, sus pechitos cubiertos por mis manos y el enroscado vello del negro pubis destacado contra la blancura de su piel; mis dedos deslizándose entre sus muslos, acariciando la tierna carne de los labios de su coño, jugueteando con el erguido clítoris e introduciéndose en la empapada gruta de la vagina. Me la machaqué ansioso, con vehemencia, y el semen surgió disparado contra la porcelana de la baza. Me limpié el capullo con papel higiénico, cerré la bragueta y miré la hora en el móvil. ¡Mierda, llegaba tarde a clase de Estadística! – II – Me pasé el resto de la semana fantaseando con la velada del sábado, sin sospechar que mi imaginación empalidecía ante la realidad que me aguardaba. Al llegar el día quedé con Salomé en un bar del centro, una de esas viejas tascas reformada en plancool. Traté de disimular mi ansiedad concentrándome en la banal conversación que mantuvimos –ella parecía estar de lo más relajada– y al caer la noche nos dirigimos al lugar del encuentro. Era un viejo y apartado caserón en las afueras de la ciudad. Se encontraba en venta, al parecer, en una inmobiliaria propiedad de uno de los participantes en el aquelarre. Cuando llegamos ya se encontraba allí ...