Tres niños cazadores me iniciaron como sumiso
Fecha: 17/09/2017,
Categorías:
BDSM
Autor: BetoH, Fuente: SexoSinTabues
Nunca pensé que tres niños que practicaban lo que más detestaba se convertirían en mis dueños. Les comparto esta vivencia. Pueden contactarme aquí o en betohistorias@gmail. com si quieren que les comparta otras experiencias o les dé más detalles. Yo era un niño muy sensible y un tanto delicado. Me gustaba mucho la naturaleza, y el tiempo se me iba en jugar, ensoñar. Me gustaba mucho ver mariposas y pájaros volar. Tenía 11 años y andaba caminando por el bosquecillo detrás del lugar donde vivía, simplemente para ver animales y estar un rato a solas, cuando de pronto los vi. Ahí estaban los tres. Uno apenas menor que yo, de unos diez años, otro de nueve y el menor de siete. Los tres morenos, los tres de abundante pelo lacio. Y estaban haciendo lo indecible: con sus resorteras, apuntaban a los pájaros. Horrorizado, vi caer uno, convertido en un peso muerto tras el violento golpe que le arrancó varias plumas. Cayó a sus pies, y regocijados dijeron "¡otro!" No pude evitar alzar la voz y decirles "¡No hagan eso, déjenlos en paz!" En un momento crítico, que me cambiaría de por vida, la frase "¿Qué traes puto, un tiro?" fue pronunciada por el mayor de ellos, el líder. Pronto sabría que se llamaba Juan Carlos. Yo siempre fui malo para todas las actividades físicas, incluyendo pelear. Aunque él era menor, me intimidó su reto, y comencé a hablar y hablar, tratando diluir el encono de pelea con lo que yo suponía eran sólidos razonamientos. "Mira, no es bueno matar a los animales, porque ...
... son parte de la naturaleza y. " Juan Carlos me interrumpió con una carcajada y dijo "no mames". Y, de inmediato, apuntó hacia donde yo estaba. Pensé que me iba a disparar e instintivamente me agaché, pero no era yo el blanco: el tiro pasó como a un metro encima mío. y apenas pude darme la vuelta a tiempo para ver caer una tórtola reventada al piso. "¡Cómo ves, puto, a ese ya no lo pudiste salvar! Chavos 1, naturaleza 0" y se echó reír. Su burla descarnada me irritó y me eché hacia adelante tratando de jalonearlo. Pero él, hábil y acostumbrado a pelear, en un simple movimiento me tiró. Se me sentó en el pecho. La sensación era opresiva, más por su significado que por su peso corporal. y recuerdo que algo se movió dentro de mí, que en ese momento no pude aceptar como placer. Con sus rodillas aprisionando mis brazos, y sus muslos tan cerca de mi cara, el olor y la fuerza de Juan Carlos me dominaron. No podía moverme, y no quería moverme. Juan Carlos no sería un genio pero era perceptivo, y se dio cuenta de que había ganado. Riéndose, se levantó y dijo "ándele, para que sepas respetar". Luego se alejó un poco a cuchichearle a sus amigos, y luego se volvió hacia mí, y dijo "bueno, vámonos". Espantado, dije "¿a dónde?" "A donde yo quiera" y eso fue todo. Por alguna razón extraña, intenté irme pero no me animé. pensé que sería mejor seguirlo. La cacería continuó, inmisericorde. Los tres eran verdaderos depredadores. Todo lo que se movía era un blanco válido para sus piedras. Hasta ...