1. Desvirgamos a la hija de la sirvienta


    Fecha: 28/02/2018, Categorías: No Consentido Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Con mi mujer siempre tuvimos una relación especial, de esas que no se estilan por estos tiempos. Somos libres, complacientes, trabajadores, románticos, muy compinches y divertidos. Sexualmente tuvimos algunas cogidas memorables, solos y con otras parejas, las que siempre tuviesen algún vínculo con uno de nosotros. Somos fantasiosos, y aunque no se nos es posible llevar a la práctica todos nuestros morbos, intentamos disfrutar a pleno cuando logramos dar con la concresión de nuestros placeres hechos realidad. Ella tiene 28, trabaja en un local comercial de ropa femenina, es seductora por naturaleza y posee las tetas más deliciosas que tengo el honor de tocar y saborear cuando me apetece. Tiene el pelo castaño tirando a rubio, una sonrisa verdadera, unos ojos luminosos y grandes, una cola normal aunque bien puesta en el contorno de sus caderas y cintura, una boca adictiva y muchas ganas de calentar a varones y mujeres a su paso. Me cuenta a menudo que viaja en micro del trabajo a casa, solo para ver cómo se les hincha el bulto a los adolescentes que le miran las tetas. A esa hora los pibes salen del colegio, y ella escoge aquellos colectivos en los que no entra ni un alfiler para viajar parada entre ellos. Me vuelve loco saber que con distintas excusas les muestra las gomas, les saca la lengua, se deja apoyar el culo por esos masacotes de carne fecunda, y que les sonríe perversa cuando siente que algunas manitos le aprietan las nalgas. Su debilidad son los adolescentes. ...
    ... Incluso, varias veces hablamos de lo difícil que es encontrar a una nena o nene para desvirgar. Eso me daba vueltas en la cabeza, casi tanto como la idea de ella de verme con un travesti. Siempre llegaba calentita a la hora de los mates a casa, y como yo trabajo en un consultorio odontológico solo por la mañana, la espero todas las tardes para matarnos a puro sexo mientras ella me cuenta cómo le fue en el micro con sus travesuras. Hace 5 meses que decidimos emplear a Susana, una mujer bastante elemental para que limpie la casa, me planche las camisas y lave los platos. Estas tareas ponían de muy malhumor a Belén, mi mujer. Por eso, creo que ese fue el mejor regalo de cumpleaños que le hice en aquel momento. Susana no sabe leer ni escribir, no tiene idea de cómo funcionan los aparatos eléctricos que hay en nuestro hogar, se asusta con facilidad si alguna cosa se le cae, y a sus 46 años nunca fue capaz de quedarse con algo que no le perteneciera. Está arruinada por el paso del tiempo, el trabajo mal recompensado, el destrato y la humillación de gente sucia, hipócrita y sin alma. Su marido casi ya no trabaja, puesto que le lleva como 20 años y no puede más con sus dolores de espalda. Además tiene una hija en plena adolescencia. Los 3 viven en una casa precaria, lo que es mucho decir. Comparten el dormitorio, tienen una cocinita y un baño. Pasan todo tipo de necesidades. Por eso no le cobré cuando trajo a su hija a mi consultorio. Fue difícil, ya que ella me pidió casi con lágrimas que ...
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