Desvirgamos a la hija de la sirvienta
Fecha: 28/02/2018,
Categorías:
No Consentido
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... decía Belén, satisfecha al sentir que podía dominarla lamiendo sus orejas, dándole golpecitos con la lengua en los labios y besándole el cuello. Ella solo decía: ¡me tocaba el chocho, y me apretaba las gomas! Creo que ni Celeste notó que, solita se bajó la calza mientras mi cielo le mordisqueaba los hombros, le babeaba el cuello con besos ruidosos y le palpaba las lolas encima de su remerita. Pronto me requirió con urgencia: ¡vení amor, agachate y olela muy suave, que me parece que está re meada! Fui tras el impulso de mi corazón desbocado, y en cuanto estuve a centímetros del triángulo perfecto de sus piernas entreabiertas, la olí con delicadeza, oxigenando a mi cerebro con su fragancia pura, mientras Belén ya le devoraba las tetas con unos chupones tan obscenos como cegadores. No me resistí a tocarle la vagina sobre su tanguita, y no me importó que Belén me multara por eso. Supongo que ni se percató. Era inconmensurable ver cómo unas líneas de flujito espeso caían por sus piernas por todo lo que le generaba la chupada de tetas que Belén le regalaba. Pero la mayor producción de espesura femenina llegó cuando oí a Belén decirle: ¡sacá esa lenguita cochina! En ese momento hubo un chispazo de besos aventureros, frenéticos y repletos de lujuria. Se saboreaban las lenguas dentro y fuera de sus bocas, y en especial Belén le lamía y mordía los labios. Hasta que le ordenó: ¡date vuelta y poné las manos contra el ropero! Belén le quitó la remera, le dio unos chirlos resonantes en ...
... la cola mientras gemía bajito, y me pidió que frote mi cara en esos glúteos generosos. Mi auto control estuvo en corto con mi rostro acolchonado en ese culo fresco, terso y tan suave como un durazno, entretanto mi esposa le besaba la espalda y le amasaba las tetas, diciéndole: ¡así que la nenita se tocaba la concha en el consultorio, y se manoseaba las tetitas, y encima hace chanchadas por celu con un pendejo! Celeste solo tuvo fuerzas para susurrar: ¡igual, no es con uno nomás! Belén le dio una cachetada y le escupió la boca con alevosía. Ahí fue que su impaciencia le hizo pronunciar: ¡abrí las piernas tilinga! Belén le bajó la tanga y quiso que le roce la vagina con extrema sutileza, con un fino pincel de pluma que solía usar para pintar, y que a su vez le sople el orto mientras ella le abría las nalgas. Su agujerito se estremecía, le temblaba hasta el cabello y su piel era como la corteza de un leño ardiendo. Todo hasta que a la nena se le escapó como en un murmullo: ¡quiero pija! Belén la escuchó con mayor algarabía. La sentó en la silla de la compu y me pidió que me pajee, acercándome de a poquito a su cara. En ese interín ella le sacó la bombacha del todo y le decía: ¡¿te gusta chiquita, viste cómo se le para?, no se la toques pendeja, se te hace agua la concha mami! Solo cuando la cabecita hinchada de mi pija rozó su mejilla Belén la dejó que me la toque. Le temblaba la mano y le costaba separar los deditos. Entretanto mi mujer lamía y olía la parte de adelante de la ...