Mi joven hijo, mi semental
Fecha: 04/03/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mi nombre es Begoña y vivo en una ciudad del norte de España, cuyo nombre prefiero no decir para mantener el anonimato de mi relato. Tengo 45 años y mi físico entra dentro del standard que puede considerarse normal para una mujer de mi edad: 1,68 m. de altura, pechos más bien voluminosos, anchas caderas, culo apretado, ojos verdes y cabello castaño. Estoy casada con Julián, de 50 años, y tenemos una hija, Cristina, de 22 años, y un hijo, Jorge, de 18 años. Pertenecemos a la clase media gracias al esfuerzo de mi marido, quien se pasa casi todo el día trabajando, demasiado tiempo para mi gusto. Es, como le digo muchas veces, un verdadero adicto al trabajo. Tanto es así que sus obligaciones "maritales" las tiene bastante olvidadas por lo que muchos días tengo que autosatisfacerme a escondidas, cuando estoy sola en casa, para compensar esa falta de atención de mi esposo. El relato que les voy a contar ocurrió este verano, cuando alquilamos una pequeña casa en la costa para pasar las vacaciones de verano. Por razones de trabajo, mi marido solo podía venir los fines de semana a estar con nosotros, y lo mismo ocurría con mi hija Cristina, que se quedó en casa porque tenía que estudiar algunas asignaturas de la universidad que le habían quedado pendientes para los exámenes de septiembre. Así pues, nos encontramos solos mi hijo Jorge y yo en la casa de la playa (salvo los fines de semana) durante todo el mes de agosto. Jamás había pensado que podría ocurrir con mi hijo lo que ...
... ocurrió ese mes. Los dos primeros días transcurrieron con normalidad, pero el tercer día las cosas cambiaron. Como consecuencia de tomar excesivamente el sol nuestra piel se había quemado bastante, lo que nos producía un cierto escozor y grandes molestias. Al llegar por la tarde a casa decidí ducharme para quitarme la sal y la arena de la playa y al terminar le pedí a mi hijo que me diera crema por la espalda. Solo tenía puesta una toalla de baño, así que me giré de espaldas a él y me tumbé boca abajo en la cama, cubriéndome solamente el culo con la toalla. Jorge se echó crema en las manos y comenzó un lento masaje desde el cuello. Se entretuvo bastante en mi espalda y disimuladamente trataba de sobarme la parte lateral de mis pechos que sobresalían por ambos lados al estar boca abajo. Después de unos minutos así noté que empezaba a calentarme ligeramente, pero enseguida traté de dejar mi mente en blanco porque el masajista era mi hijo y esos pensamientos no estaban bien. Llegó hasta mi culo y me preguntó: Sus palabras terminaron de convencerme y me gire en la cama, quedando boca arriba y totalmente desnuda delante de mi hijo. Al principio él se quedó medio paralizado. Sus ojos iban de mis tetas a mi muy velludo monte de Venus. Le puse sus manos sobre mis pechos y no tuve que animarle mucho. Rápidamente comenzó a masajearlos y a pellizcar ligeramente mis pezones, al mismo tiempo que con sus dedos rozaba con sensuales movimientos circulares las aureolas de mis tetas. Mientras ...