El maestro y la viuda
Fecha: 23/04/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos
... comenzó a chuparlo, un dedo avispado atinó a colarse en la rajita vecina. La pobre señora apenas atinó a proferir un sollozo de estupor, pues enseguida comenzó a experimentar un completo delirio.
A fin de que la señora de la casa fuera consciente de lo bien que se entendían mi dedo y su sexo, me dediqué a besar la cara interna de su muslo, mientras follaba aquel tierno y pringoso conducto. Un momento más tarde lamía su coñito de parte a parte, de forma meticulosa y, a un tiempo, le tiraba de un pezón, mordí hasta dejarle en su muslo unas marquitas coloradas que se correspondían con cada uno de mis dientes, y de que la buena de Maricruz quiso darse cuenta, eran dos los dedos que entraban y salían de ella mientras se aferraba a los cojines con desesperación.
La pobre no atinaba ni a gemir, el único sonido que era capaz de producir consistía en un sordo jadeo de agonía, un estertor. Aparté sus bragas cuanto pude y ataqué su clítoris con decisión. Luego mi boca puso sitio a su sexo y mi lengua se aprestó a drenar sus fluidos para así facilitar aún más la prospección que mis dedos estaban llevando a cabo en su babeante entrepierna.
Mi nariz estaba tan pegada a sus braguitas que de pronto me pareció que éstas emanaban un fino y agradable aroma. Se las había perfumado, lo cual daba cuenta de hasta que punto la madre de Moisés era coqueta y previsora. Separé con mis dedos sus abultados labios y descubrí su clítoris rosado y altivo, que lamí ásperamente.
Maricruz se ...
... esforzaba en doblar la cintura y abrir las piernas para ofrecerme su sexo. Chupé sus labios a ambos lados, alternativamente, y mis dedos la horadaron sin cesar, adentro y afuera, con tenacidad, girando muy dentro de aquel pringoso recoveco. En tanto se abría a mí, yo obraba inimaginables diabluras en ella, pues una buena cristiana ha de conocer bien el pecado para temerlo. Tan pronto recorría todo el surco de sus nalgas con un dedo, como le hacía cosquillas en el ano, o se lo metía y sacaba por sorpresa, visto y no visto, haciéndola dar un gritito. Jugando. Riendo.
Hacía tiempo que había dejado de sentir las manos de Maricruz sobre mi cabeza, y cuando alcé la mirada la vi pellizcarse los pezones. Mantenía los ojos cerrados y la boca abierta en todo momento. Jadeaba y componía expresiones de un placer inmenso, no pudiendo resistir mucho más tanto gozo.
Aunque mi cara se llenó súbitamente de flujo, traté de seguir follándola con vigor, pero Maricruz se contorsionaba de tal forma que era muy complicado seguir dando en el blanco con mi lengua.
Tuvieron que transcurrir bastantes segundos para que la buena mujer recuperase la calma, pero ésta fue total, pues la pobre quedó postrada de costado en el sillón. Estaba en la gloria, aturdida, desmayada. Era la hora de la merienda, claro.
Había llegado mi turno, de modo que me puse en pié y me bajé la cremallera. Maricruz se puso rápidamente en alerta, pero esa vez no pudo impedir que se la metiese en la boca. La contemplé así un ...