El maestro y la viuda
Fecha: 23/04/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos
... de las que no comulgan en misa si no se han confesado antes; una ama de casa de las que cocinan respetando la tradición; una viuda que en la intimidad de su casa seguiría hablando con su esposo muerto hacía un año, aquel que la había dejado viuda y con la carga del muchacho que ambos tenían en acogida; una señora sin rastro de juventud que se había autoimpuesto un duelo en soledad absoluta.
La verdad es que después de constatar lo cretino que era el director del centro, empecé a comprender mejor la actitud rebelde del chaval. De todas formas, tenía la certeza de que no encontraría respuestas ni soluciones sin hablar con Maricruz.
Le mandé recado con el niño para que acordase una tutoría conmigo a través de secretaría, pero o Moisés no transmitió mi solicitud a su madrastra, o ésta simplemente la rehusó, así que una tarde que vi al chico con ella, fui tras ellos.
Doña Maricruz dio un beso a su hijo que escapó de inmediato para entrar en un edificio contiguo a la iglesia donde debía asistir a clase de confirmación cristiana. Pensé abordarla cuando se marchase, pero en vez de hacer tal cosa, la madrastra de Moisés pasó a la iglesia como por costumbre. Dudé que hacer, y como no había visto el interior del edificio, opté por entrar.
Resguardado tras una columna, observé que la mujer rezaba en un reclinatorio de la capilla de Jesús de Medinaceli. Con las manos entrelazadas, sus labios se movían de forma casi autónoma, dejando escapar oraciones mil veces repetidas. ...
... Había algo muy hermoso y plácido en ella.
Dejé de ver una señora gris, para contemplar a una mujer madura, con las canas propias de su edad, menudita y delgada, pero de aspecto poco simpático a pesar de que no era nada fea. Aquella mujer atrajo enseguida mi atención, quizá porque no me la esperaba, quizá porque me encontré de pie frente a ella, quizá por hallar en ella algo que no esperaba.
Tenía los cabellos de un negro zaino, excesivo, y los ojos claros, con mucha vida. Era delgada, y una cicatriz le cortaba el labio superior a un lado. Debía de ser una cicatriz muy antigua, curada hacía muchos años, pues su color a penas se diferenciaba del resto de su cutis. Aquella señal, más bien un costurón, le atravesaba el labio superior hacia la mejilla. Desde donde yo estaba se le veía muy bien, pero de frente sólo se le notaba si te fijabas mucho.
Deduje que debía de tener lo menos cuarenta y cinco años, pero que estaba lo suficientemente buena para no estar sola a no ser por propia voluntad. Estaba un poco avejentada, pero de buen ver, como una gran casa colonial deshabitada desde hace tiempo, pero que conserva todavía un aspecto imponente. El problema era que solía vestir prendas anodinas de colores sobrios y fríos, cuando no completamente de negro.
No obstante, algún fuego oculto reflejaba un color intenso en sus ardientes labios, y su delgadez parecía ser el efecto de un carácter enérgico y un tumultuoso mundo interior.
Hizo entonces algo que me desconcertó. ...