El maestro y la viuda
Fecha: 23/04/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos
... Creyéndose sola, se aproximó a la talla de Cristo en el olivar a la que había estado rezando y le acarició el torso sin dejar de mirarle a los ojos. Ese acto desprendía una devoción más allá de la fe religiosa, era auténtico amor.
Los ojos de la creyente relucían con ardor hacia aquella talla. Era magnífica, un Cristo a tamaño natural una cabeza más alto que ella, su rostro amable y comprensivo, propio de un hombre atractivo que conoce y acepta su destino, su cuerpo el del hijo de un Dios, perfecto en cada rasgo de la cara y cada músculo de su cuerpo.
Aunque la admiración por aquella obra de arte era comprensible, la señora fue un paso más allá en todos los sentidos, ya que avanzó y, colocando una mano en el mentón, lo besó en los labios. Fue entonces, cuando dejé de ver en ella a una beata simplona y tuve el primer indicio de la fogosa mujer que poco después tendría el placer de conocer.
Fue a la salida de la iglesia, de cuya puerta tenía llave, cuando una hora más tarde me acerqué y me presenté.
— Hola, soy Alberto, el maestro de Moisés. ¿Podría dedicarme un momento?
De cerca era una criatura bellísima, incluso la cicatriz del labio le aportaba un aire salvaje y peligroso. De pelo rizado, más canoso que castaño y ojos verdes. Bastante baja, en torno a metro sesenta más o menos, pero con unas medidas ideales para su corta estatura. Al ver su rostro a tan escasa distancia por primera vez, me resultó obvio que aunque aparentaba unos treinta y tantos años, en ...
... realidad debía tener diez más. Se cuidaba bien para el oficio que tenía, pues me habían dicho que echaba horas limpiando casas. Poseía un tipo muy bonito del que resaltaba un pecho demasiado ostentoso para lo menudo de su figura y un trasero que hacía honor al duro y honroso trabajo con que se ganaba la vida y además mantenía al chico. Sus ademanes eran femeninos, y su coquetería la de una mujer mucho más joven. Pude fijarme en que, a pesar de trabajar en la limpieza, cuidaba sus manos y que toda ella era una ninfa altiva y graciosa.
— Usted perdone, señora, pero es que me gustaría comentarle un par de cosas sobre su hijo.
Su gesto cambió al instante. Debía estar acostumbrada a las discusiones por causa de su hijo. Pero justo entonces llegó el aludido y la tomó de la mano. El chico pretendía escuchar la conversación, cosa que no me parecía bien. De modo que le propuse ir a la escuela, a su casa o donde ella prefiriese.
— Llámeme Maricruz, que es como me llama todo el mundo —dijo envarándose y componiendo una mirada gélida— Y si es cierto que es el profesor, ya estará enterado de que Moisés no es mi hijo. Lo tengo en acogida.
Antes de seguir, he de confesar que me fascinan las mujeres complicadas, distintas e interesantes. De manera que deseé morder aquella manzana con ganas.
Al contemplarla, preocupada y hermosa, un inesperado deseo se despertó dentro de mí. Su complexión física casi aniñada, me hacía sentirme fuerte y protector. Me hacía pensar: “No te preocupes, ...