1. El maestro y la viuda


    Fecha: 23/04/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... sin otro fin que dar salida a su desconcierto.
    
    — ¡¡¡SÁCALA!!! ¡¡¡SÁCALA!!! —exigió desesperada.
    
    Naturalmente, no le hice caso. Lo peor ya había pasado, de modo que, en lugar de lo que ella me imploraba, hice algo que había pensado muchas veces. Le cogí la mano, le saqué la alianza del dedo y la arrojé contra la pared, donde revotó y cayó al suelo con un profético tintineo pues, llevado por el ímpetu, metí las manos entre sus piernas, afirmé el agarre, y con un tirón enérgico me la eché encima.
    
    — ¡¡¡OOOOOOGH!!!
    
    Un chorrito inconcreto escapó de su sexo en cuanto la empalé. La señora, que no paraba de chillar como una desquiciada, gritaba, se estremecía y convulsionaba sin control, al tiempo que se retorcía tratando de huir.
    
    “Es su primera vez”, me dije convencido, pues de lo contrario no podía explicarse una reacción tan desproporcionada. Fascinado, la abracé con mimo, la besé detrás de las orejas, en la nuca, y mi boca siguió su propio camino.
    
    Comencé a mecerme levemente, acariciándola por todas partes, primero deteniéndome en sus senos, rozando su costado con el dorso de mi mano, pero la pobre novicia no paraba de gritar como una histérica. Intentó aguantar, contener las ganas, pero mi pollón no paraba de presionar y al final Maricruz se meó a lo bestia, salpicando la pared, su sexo convertido de repente en una fuente amarilla.
    
    Aquello era del todo comprensible en una mujer premenopáusica como ella, de modo que no me escandalicé. Pero la viuda sí, y ...
    ... por eso introduje mi mano entre sus muslos, atrapé su apéndice entre mis dedos y lo sacudí. Ofuscada, también trató de impedirme que hiciese aquello, pero no lo consiguió.
    
    Víctima de la frustración, comenzó entonces a contonearse sobre mí, decidida a atacar, a hacer que me corriese, y yo contraataqué pinzando uno de sus pezones.
    
    Sin previo acuerdo, comenzamos a follarnos mutuamente. Yo la follaba el culo y, a base de empujones hacia atrás, ella se follaba mi polla.
    
    — ¡Eso es! ¡Fóllame, preciosa! —le decía mientras estrujaba su clítoris y le ofrecía mi verga para que ella misma se sodomizara— ¡Así! ¡Así...! ¡Ogh, qué gusto, joder...! ¡Vamos, princesa! ¡Fóllame! ¡Fóllame!
    
    Clamé mi felicidad al cielo. Ahora mi verga le pertenecía, y pujé para arriba para dársela toda. Luego me fui escorando, buscando una de sus tetas y, de paso, una posición en la que Moisés pudiese contemplar como mi pollón entraba y salía entre las nalgas de su madre. Miré al chico con malicia y titilé el pezón con la punta de mi lengua.
    
    Hundí la cara por su costado, le chupé las tetas, empiné la pelvis para hincarme en ella. Entonces intuí el aroma de su pelaje, sus colmillos de loba y, finalmente, Maricruz aulló para mí.
    
    Las damas primero, por supuesto. Pero los caballeros después. Si la incontinencia de Maricruz la había hecho salpicar por todas partes, yo, en cambio, deposité en su recto toda la felicidad y el placer que tenía dentro.
    
    — ¡Alabado sea Dios! —se santiguó la viuda con ...