El cuarto prohibido de mamá - 05
Fecha: 25/04/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Barbara Lopez Rucci, Fuente: TodoRelatos
... harto, cuando llegó el tercero entrecerró los ojos para no encandilarse en la oscuridad y descubrió que los tres mensajes eran de su madre. Los dos primeros solo decían su nombre, mientras el tercero, decía algo que lo logró asustar.
«Necesito ayuda, ven a mi habitación por favor».
Rápidamente, Julián salió del cuarto. Tal y como estaba, solo con su boxer y su musculosa. Jamás había recibido un mensaje así, y no imaginaba de que podía tratarse, pero algo le decía que debía temer por el bienestar de Beatriz. Abrió la puerta sin llamar esta vez y caminó al cuarto, alumbrado solo con la tenue luz amarilla del velador.
Junto a la cama, con el mismo camisón, Beatriz estaba de pie, erguida y descalza. Las sábanas estaban deshechas y se sentía mucho aroma a sudor condensado allí dentro. Casi había que mover las manos para poder correr el pesado aire. Sobre la mesa de noche, estaba el gel lubricante, pero el dildo no se veía por ninguna parte. Ella parecía estar bien, sana. No se había golpeado, como Julián llegó a especular, pero se veía en su rostro una preocupación demasiado extraña en una mujer fría como ella.
—Ma, ¿qué sucede?
Beatriz pretendió hablar, pero titubeó. Miró hacia un costado y suspiró largamente.
—He tenido un accidente —dijo ella, sin más.
—¿Accidente? ¿de qué me estás hablando? ¿estás bien?
Ella insistía en demorar la respuesta hasta el borde de lo desesperante. Julián ni siquiera podía imaginar que era lo que había pasado.
—No sé cómo ...
... decirlo… te juro que las palabras no salen —dijo—. Necesito que me digas que puedo confiar en ti, eres la única persona que me puede ayudar.
—Por supuesto ma, estoy para lo que sea que necesites —afirmó Julián, convencido de su respuesta—. ¿Por qué no te sientas?
—No… no me puedo sentar —interrumpió ella, de inmediato—. No te asustes, no me moriré ni tengo un problema grave de salud, pero tengo un problema que normalmente… dios no lo puedo creer —volvió a demorar la respuesta, como si luchara consigo misma—. Un problema del que debería encargarse un médico. Dios es tan humillante, no sé qué pasó por mi cabeza…
Estaba nerviosa, casi al borde del llanto y su voz, quebradiza, así lo indicaba. Julián encontró desesperación en ella y eso basto para saber que debía darle toda la tranquilidad que pudiera.
—Ma, puedes confiar en mi sin importar lo que haya sucedido —dijo, y tomó su mano—. Vamos, deja que te ayude.
—Estoy hace dos horas con este problema. Pasé una hora intentando solucionarlo y una hora pensando cómo solucionarlo. No puedo ir al médico, me moriría de la vergüenza, y además no puedo manejar… y dios sabe que no tomaré un taxi en estas condiciones…
—Pero ¿qué es lo que te ha sucedido?
—Bueno… tú sabes que hace tiempo estoy… bueno—no paraba de titubear, parecía otra persona—. Desde ayer no como, estoy muerta de hambre, me estuve higienizando como decía en internet y…
—Por dios ma, no entiendo una sola palabra de lo que dices.
Beatriz se había ...