LA MORDEDURA DE LA ANACONDA
Fecha: 20/03/2018,
Categorías:
Dominación
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... espalda se arqueó y un grito arrancó desde sus entrañas cuando el tercer orgasmo erupcionó entre sus piernas como si fuera a desencajarle el cuerpo. Su coño se convirtió de nuevo en un géiser: el incontenible chorro salpicó la polla, la mano, el pubis y las ingles de Vanidad. –Sí, eso es, putilla. Córrete como una cerda para mí. Aún recorrían su cuerpo los últimos estertores cuando Vanidad le agarró por las caderas, la giró y clavó su amoratada polla en el esfínter. Vandelha gritó de dolor, pero la verga se deslizó dúctilmente gracias a la película de flujos vaginales que la impregnaba. –¡Oh, dios! –Gritó Vandelha– ¡Me vas a partir por la mitad! –Esto puta –dijo la capitana clavándole a fondo su pollón, hasta que los grandes huevos se estrujaron contra la carne de las nalgas– es para que aprendas a no hacerme perder el tiempo, a obedecerme a la primera. –¡Oh, por favor, para, para! Pero La Anaconda no se detuvo. Como poseída, continuó aplastando a su víctima contra el frió metal de la mesa, que chirriaba y se balanceaba bajo las feroces embestidas de la capitana. Su espléndido cuerpo brillaba empapado de sudor, asemejándola a una triunfante diosa que sometiera a una ninfa que sufría tanto como gozaba. Su polla oscura y golosa entraba y salía del orificio como el émbolo de un mecanismo de carne y sangre, alimentado por una ...
... energía vital inagotable. Sus venas latían con tal fuerza que amenazaban con reventar. El roce de la piel de su miembro con la del ano parecía que fuera a hacer saltar chispas, a originar la combustión de ambos cuerpos. Vanidad continuó enculando a Vandelha, sin piedad, hasta situarse al borde del orgasmo, con la polla a punto de explotar. Un segundo antes, la extrajo del dilatadísimo orificio, obligó a la detenida a levantarse –sus piernas apenas le permitían mantenerse en pie–, y la puso de rodillas ante sí. Se agarró la verga y la situó ante su boca. –¡Vamos, ábrela! Quiero correrme dentro. Vandelha, agotada, obedeció sin resistencia. Vanidad se pajeó con furia, como si le fuera la vida en ello, hasta que un interminable chorro de semen inundó la boca y salpicó todo el rostro de la chica. El grito de placer de la capitana se asemejó al rugido de una leona. Estrujó su miembro hasta extraer la última gota y luego lo frotó contra la cara de Vandelha, impregnándola por completo. –Ahora –le dijo entre gemidos– quiero que me la limpies. Vandelha obedeció, chupando y lamiendo la verga hasta eliminar toda la leche. El tronco de carne, semierecto, brillaba bajo las luces empapado por la saliva. Vanidad, erguida todo lo alta que era ante la chica arrodillada y sumisa, sonreía triunfante, sabedora de que Vandelha estaba a su merced. Era suya.