LA MORDEDURA DE LA ANACONDA
Fecha: 20/03/2018,
Categorías:
Dominación
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... en su manejo. Culebreó entre los pliegues, lamió el abundante jugo, se hundió dentro de la húmeda cueva y pulsó la infinidad de terminaciones nerviosas que albergaba el clítoris. Sus dedos colaboraron masajeando el pubis, pellizcando y tirando de los labios, acariciando el perineo y lubricando el ano con los propios flujos de Vandelha. –Te gusta, ¿verdad? Te gusta que te coma el coño. –Sí, no pares, no pares… –Si quieres que siga ya sabes lo que tienes que hacer: yo hago algo por ti y tú haces algo por mí. –No –dijo la chica casi sin fuerzas–. No le traicionaré. Vanidad se detuvo, irguió la cabeza, elevó su mano y sacudió una fuerte palmada contra el dilatado y empapado coño. Vandelha gritó. Volvió a golpearle. Dos, tres, cuatro, cinco veces… su mano abierta azotó sin piedad la jugosa vulva. –¡Oh! ¡Basta, basta! –¿No te gustan mis caricias? La capitana elevó la mano para continuar su castigo pero, en vez de ello, fue su cabeza la que descendió para lamerle de nuevo el coño. Y al tiempo que su lengua se hundía en la hendidura su mano azotó los muslos. Vandelha se debatió entre el placer y el dolor. Y su vagina explotó por segunda vez. – IV – Sus caderas convulsionaron al ritmo de las embestidas de la mano de Vanidad. El líquido emergió del coño como un surtidor, desbordando la boca de La Anaconda y deslizándose desde sus comisuras hasta la barbilla. Vandelha se retorció, gritó y gimió durante un largo minuto, hasta caer rendida sobre la mesa. –Has gozado, ¿eh zorra? –Mmm… sí… ...
... –Sé cómo hacerte disfrutar, ¿verdad? La capitana se irguió y subió a la mesa, sentándose a horcajadas sobre su prisionera. Sus grandes, redondos y vigorosos glúteos aplastaron los pechos de la chica. –También sé cómo hacerte daño. ¿Quieres que te haga daño? –No –gimió, aún exhausta y poco convencida. –¿No? ¿No quieres? Pues tendrás que empezar a portarte bien. Si no me enfadaré de verdad. Vanidad se desplazó sobre el cuerpo de Vandelha hasta colocarle la entrepierna ante la cara. La raja de su gran culo quedó justo delante de la boca. –¡Vamos! –le ordenó. Vandelha mostró su lengua y lamió las nalgas. Se deslizó a lo largo de la raja y la introdujo en su interior. Buscó el anillo de carne y comenzó a chuparlo. –Esto es. Así. Cómeme el culo. La Anaconda le sujetó la cabeza con la mano y la apretó contra sus posaderas. La boca y la nariz de Vandelha se incrustaron contra la mojada hendidura. Lamió con mayor fruición el esfínter, introduciendo la lengua dentro como si fuera una pequeña y dúctil polla. Vanidad ronroneó. Tras dejarse estimular un largo rato, apartó la rubia cabeza de su trasero y le colocó los testículos sobre el rostro. Estiró del escroto hasta que toda la dúctil carne cubrió gran parte de la cara de la chica, impidiéndole respirar. Tras restregárselo bien, lo apartó y le metió violentamente en la boca su falo, duro como el acero. Empujó ante la indefensión de Vandelha hasta acariciar con sus ingles los labios de la chica. El glande tintineó contra la campanilla y ...