Confesión de un infiel (2)
Fecha: 20/03/2018,
Categorías:
Infidelidad
Hetero
Autor: AMorboso, Fuente: CuentoRelatos
... coño, metiéndola poco a poco para lubricarla y terminé apoyándola sobre su esfínter y haciendo presión. Entró inmediatamente. Ya lo tenía acostumbrado. Empecé despacio, pero ella me pedía más y más, por lo que la estuve follando con fuerza. En la habitación resonaban los golpes de mi cuerpo contra sus nalgas. Ella gemía cada vez más fuerte, hasta que se corrió con un fuerte grito, lo que provocó mi corrida a su vez. Esperamos un poco recuperándonos, pero el morbo que me dio al pensar que al otro lado de la puerta estaban sus padres y que lo habrían oído todo, volvió a ponérmela dura otra vez, por lo que se la clavé directamente en el coño y le estuve dando hasta que me derramé de nuevo en su interior, después de alcanzar ella dos orgasmos más. Al terminar, ella hubiese seguido, pero yo no daba más de mí, por lo que me pidió que le acercase una compresa y unas bragas blancas que había sobre la cómoda. Se puso la compresa y sobre ella las bragas. Tras esto, se recompuso la ropa y comprobó su maquillaje al tiempo que me decía riéndose: -Esta noche mi marido comprobará la suavidad con la que me la meterá por lo excitada que estaré. Tras reírme con ella, salí de la habitación, con un poco de vergüenza al encontrarme con sus padres, pero se comportaron como si nada y yo me fui a recoger a mi mujer e hija para ir a la iglesia. Tras la ceremonia habitual, la comida habitual, baile y fiesta habitual, copas de más y cada uno a su casa. Al día siguiente los novios se fueron de viaje y ...
... los demás a la rutina. Bueno, yo no volví a la rutina. Los tres días siguientes, seguí disimulando, me iba al piso, veía un rato la televisión o leía la prensa que tenía pendiente y volvía a casa. Al segundo día me atreví a solicitar sexo a mi esposa, que como era de esperar, no solamente se negó con el consiguiente cabreo por mi parte, discusión entre ambos y acusaciones de degenerado por su parte. Acostumbrado a disfrutar diariamente del sexo de una u otra forma, me encontraba irritable solamente con pensar que iba a tardar un mes hasta que volviese Susana. Al cuarto día, cuando llegué al piso, me encontré con María, la madre de Susana y esposa del portero, esperándome. Extrañado, le pregunté: -¿Qué hace usted aquí, María? ¿Ocurre algo? -No Don Roberto. Como no está mi niña y he visto lo necesitado que está, he venido por si deseaba que yo la sustituyese hasta que vuelva de su viaje de novios. Estuve dudando unos segundos, hasta que decidí que para desahogarme también valía, aunque no fuera mmi tipo de mujer. Hay un dicho que dice: en caso de guerra, cualquier agujero es trinchera y yo quería mucha guerra. Me acerqué a ella al tiempo que desabrochaba mis pantalones hasta llegar a su altura. Apoyé la mano en su hombro e hice una ligera presión, que entendió inmediatamente, arrodillándose y llevándose mi flácido pene a su boca. Sin usar las manos, hizo retroceder el prepucio y dejó el glande al descubierto, dedicándole unas expertas chupadas y lamidas que hicieron que tomase ...