1. Mariel, mi madrastra puta


    Fecha: 21/03/2018, Categorías: Incesto No Consentido Autor: Carlos Zeta, Fuente: CuentoRelatos

    ... no romperle el corazón. β€” ¿Qué yo cago a tu viejo? β€” dijo, fingiendo indignación. β€” yo lo amo a tu papá. β€” de repente se puso a llorar. β€” Ya no sé qué hacer para caerte bien. Siempre me estás mirando con desprecio. No me hablás. Me vigilás todo el tiempo. ¿Qué hice yo para que me odies? β€” Lo que pasa es que no me gustan las putas. β€” ¡¿puta?! β€” dijo, estupefacta. β€” ¿acaso vos sabés si me acuesto con alguien más que no sea tu papá? ¡Estás totalmente equivocado! β€” Yo conozco a las putas cuando las veo. β€” dije. Y casi sin darme cuenta apoyé una mano sobre su rodilla, y la deslicé hasta llegar al muslo. β€” ¿Qué hacés? β€” me dijo, haciéndose un poco para atrás. β€” ¿Estás loco? Quizá fue la locura lo que se apoderó de mí. Pero también lo hice para comprobar que era una puta traidora. Si no había conseguido evidencias que la delaten, yo mismo sería la prueba de su infidelidad. Así que metí mano más adentro. Ella cerró las piernas, pero yo las separé con mi mano libre y alcancé a acariciar su vulva. β€” ¡No, Carlos, basta! β€” dijo ella, susurrando. β€” Tu papá está arriba. β€” agregó. Cosa que me provocó aún más. β€” ¿y si no estuviese arriba, qué? ¿Entonces si lo harías? β€” pregunté, malicioso. La agarré de las piernas y la arrastré hasta que su cuerpo quedó a lo largo del sofá. β€” ¡No Carlos, basta! ¡No quiero! β€”dijo, pero continuaba susurrando, no quería que escuche el viejo, y por ende supuse que en realidad sí quería hacerlo. Levanté su vestido, y de un tirón le arranqué la tanga. Ella me ...
    ... empujaba, pero era muy débil, y con una sola mano pude dominar sus brazos. Cerró las piernas. Yo me bajé los pantalones y luego, con la mano libre intenté separarlas. Eso fue más difícil. Forcejeamos un rato hasta que pude hacerme lugar. β€” ¡Basta, voy a gritar! β€” dijo, cuando yo apuntaba mi cañón a su sexo. β€” A ver gritá. β€” la desafié. Mi pija estaba a unos centímetros. β€” ¡Gritá, zorra! β€” hice un movimiento pélvico, y la penetré. β€” ¡Ay, no. No quiero! β€” decía Mariel, apretando los dientes. Pero yo hice otro movimiento y se la ensarté más adentro. Cuando me descuidé intentó de nuevo empujarme, y me arañó el pecho. Pero eso no era suficiente para que yo desista. La agarré de las tetas con violencia, y sentí cómo se desgarraba la tela del vestido. Se las chupaba mientras la penetraba, y por momentos le mordía el pezón. Era una puta muy sabrosa. Por fin desistió de su intento de repelerme. Al fin reconocía que quería que la coja, la muy puta. Así que me hice un festín con su cuerpo. Mariel fingía no disfrutar, cerró los ojos y me dejó hacer. Pero cuando le lamí el clítoris, su cuerpo reaccionó. β€” Así que esto te gusta ¿eh, puta? β€” le dije, y me dediqué a devorarle la concha. β€” Yo sabía que eras una puta regalada. β€” agregué. Luego, como veía que, si la quería hacer acabar con el oral, iba a tardar una eternidad, la penetré de nuevo. El sofá se arrastraba y hacía ruido a cada movimiento nuestro. Pero yo conocía al viejo, una vez que cerraba los ojos, no había quien lo despierte. La ...