1. Mariel, mi madrastra puta


    Fecha: 21/03/2018, Categorías: Incesto No Consentido Autor: Carlos Zeta, Fuente: CuentoRelatos

    ... zorra con quien entretenerse. Pero era difícil encontrarla sola. Como yo solía desvelarme, cuando me levantaba ella ya no estaba en casa. Y cuando me levantaba temprano, Mariel se iba casi corriendo. En una ocasión, me la crucé en el comedor justo cuando se iba. Pasó a mi lado, sin siquiera saludarme, así que la agarré de la muñeca. β€” ¿no saludás? β€” le recriminé. β€” Chau. β€” dijo ella, y trató de zafarse, sin éxito. Me levanté de la silla. La llevé a los tirones contra la pared, y poniéndola de espaldas, empecé a explorarla por todas partes. Ella se dio la vuelta, y me dio un cachetazo para luego salir corriendo. En otra ocasión la intercepté cuando salía de bañarse. Tenía todo el cuerpo húmedo y olía muy bien. β€” Basta Carlos, esto tiene que terminar. β€” llevaba una toalla enorme que envolvía su cuerpo. Su cabello mojado estaba suelto β€” No quiero, por favor. β€” me dijo. La agarré la cintura y la puse contra la pared. β€” Basta, me das miedo. β€” me dijo la muy mentirosa. Metí mano por debajo de la toalla. La piel era tersa, y gracias a la humedad mis dedos se resbalaban en ella con suma facilidad. β€” No quiero hacerle esto a tu papá. β€” Dijo, gimoteando. Puso sus manos en mis hombros y empujó, pero no podía hacer nada. Yo ya estaba deleitándome con sus nalgas a dos manos. Le olí el cuello. Se sentía fresco y dulce. β€” Por favor Carlos, no me hagas esto. β€” suplicó, pero mientras más rogaba más al palo me ponía. Los glúteos eran firmes y suaves, resultaba muy difícil dejar de ...
    ... manosearlos, pero subí una mano para dedicarme a sus tetas. β€” Yo sé que sos una puta. β€” Le dije, estrujándole una goma. β€” reconozco a una puta a mil kilómetros de distancia. β€” tomé la toalla, y la obligué a sacársela. Estaba completamente en pelotas. Toda su piel estaba bronceada, y su pelvis totalmente depilada, como ya lo había confirmado antes. Ella se tapó las tetas con los brazos, y se encogió. Miraba al piso, y caían algunas lágrimas de sus ojos. Lágrimas de cocodrilo pensé yo. Me humedecí la mano con mi saliva, y la metí entre sus piernas. Ella intentaba cerrarlas, pero yo las abría con la otra mano. Le metí un dedo entero de un solo movimiento. β€” ¡Ay, me estás lastimando! β€” Se quejó Mariel. β€” basta, no quiero. Le voy a contar a tu papá. β€” No creo que te animes. β€” le dije. La agarré de la cintura. La levanté y la cargué al hombro. La llevé hasta mi cuarto. La tiré a la cama. Me desvestí en tres segundos. Cuando terminé de hacerlo, ella intentaba salir por la puerta. La agarré de nuevo y la tiré otra vez a la cama. Durante un rato forcejeamos, cual luchadores de judo. Hasta que una vez más, logré abrir sus piernas y metí mi verga en su sexo. β€” Te odio. β€” me dijo Mariel. Mientras yo ponía sus piernas en mis hombros y se la metía con toda la furia que tenía, hasta que mis bolas peludas chocaban con sus labios vaginales. β€” Te odio. β€” repitió, llorando. Yo le tapé la boca para que dejara de decir tonterías. Le di mordiscones por todas partes y la cabalgué un buen rato hasta retiré mi ...