El madurito de mi residencia
Fecha: 14/08/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Stephania1705, Fuente: TodoRelatos
... culo?
–No, la verdad, ansío tocarlo bien, incluso besarlo. Quisiera adorarlo.
–También poeta, qué buen partido es usted –ironizó Elena.
–Por favor.
Ambos se miraron fijamente.
–Por favor, ¿qué? –Quiso saber Elena.
–Déjame adorar tu culo, sé que suena vulgar, y quizá lo sea, pero siento la imperiosa necesidad de hacerlo.
Elena se colocó frente a él con los brazos en jarras sin decir nada.
–Por favor –suplicó Javier– es un deseo profundo, tanta belleza me está volviendo loco.
Elena seguía frente a él sin decir nada, en su cara se podía ver una gran duda.
–Está usted muy loco, Javier – e espetó.
–No digo que no, pero eres tú quien me pone así, no puedo evitarlo.
Se miraron fijamente un buen rato hasta que Elena giró la mirada a la cama contigua, donde el compañero de habitación dormía placenteramente, con el aparato auditivo sobre la mesita. Después paseó su mirada por la habitación como quien busca algo donde asirse. Javier, inquieto, no le quitaba ojo de encima. Elena volvió a mirarlo, esta vez con una mirada seria, distinta a todas las que recordaba Javier. Sin decir nada se giró, dejando su culo frente a la cara de Javier.
Ella empezó a subir la bata despacio ante la atenta mirada de Javier, que no daba crédito. Detuvo la bata justo antes de que empezaran a verse sus nalgas unos segundos, generando tensión. Después retomó la subida lentamente, mostrando muy despacio. Cuando la bata estaba ya en sus caderas se inclinó ligeramente hacia ...
... delante, haciendo que su culo se acercara un poco más a la cara de Javier. Él sintió un espinazo que le recorrió la columna. Entonces puso las manos en las nalgas, suave, como quien reconoce el terreno.
Después acercó su cara y pegó su mejilla derecha a la nalga izquierda de Elena, sintiendo el calor de su piel. Se frotó así unos segundos hasta que se separó y apretó fuerte ambas nalgas, separándolas y metiendo la cara en medio. Pasó la lengua y escuchó un gemido que le hizo sentirse mejor aún. Se separó y llenó de mordiscos pequeños aquel maravilloso culo. Mordía y lamía como un hambriento ante un manjar. Entonces Elena se separó y se bajó la bata.
–Bueno –dijo– ya está bien.
–No –inquirió Javier– estaba gozando.
–Ya lo creo que estaba gozando, es usted un golfo. Vamos, métase en la cama.
–No voy a poder dormir.
–Coja el libro, se le pasará.
Javier obedeció y se metió en la cama. Elena lo arropó y él sacó la mano de debajo de las sábanas y la introdujo bajo la bata. Lo hizo rápido, con maestría, tanto es así que ella no tuvo tiempo de reaccionar.
–Por favor, Javier, ya está bien por hoy –quiso aclarar Elena.
–Perdona mi ansia –dijo Javier con voz sinuosa– pero no me cansaré jamás.
Ella dejó que le tocara el culo otra vez, permaneciendo a su lado. Acercó su mano a la mejilla de Javier, que se giró hacia ella para besársela sin dejar de manosearle el culo. Javier bajó la mano por el muslo de Elena y la coló entre sus rodillas, para ir subiendo poco ...