El madurito de mi residencia
Fecha: 14/08/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Stephania1705, Fuente: TodoRelatos
... a poco, acariciando la cara interna de sus torneados muslos. Ella, con su mano derecha, acariciaba el cuello de Javier.
Él siguió subiendo poco a poco hasta llegar al preciado triángulo y sentir la humedad de su coño en sus dedos. Elena volvió a suspirar cuando sintió cómo el dedo índice de Javier, que hábilmente había apartado el tanga, iba y venía entre sus labios vaginales. Ella bajó despacio la mano por el pecho de él, y se detuvo en el abdomen cuando sintió que el dedo de Javier se introducía en ella. Lanzó un gemido casi celestial a los oídos de Javier, que no se detuvo. La miraba fijamente apreciando el placer en su rostro, deleitándose con sus gestos.
Por su parte, Elena retomó la marcha de su mano y bajó hasta el bulto de Javier. Se sorprendió al notar que tenía una erección muy potente, digna de un chaval. Le bajó los pantalones y dejó al descubierto aquella sana y vieja polla, que tenía el aspecto de algo que está a punto de estallar. Sorprendida por la presencia de aquel falo imponente, se llevó la mano a la boca y se la lamió. Después la llevo a la polla de Javier y empezó a masturbarlo. Javier estaba en una nube, su sueño se estaba haciendo realidad y saboreaba cada gesto, cada expresión. Ella, mientras lo masturbaba con su mano derecha, llevó la izquierda a la cara de él, lo acariciaba cariñosamente mientras subía y bajaba su polla, y sentía sus dedos dentro de ella.
–Por favor, no pares ahora –inquirió ella.
Javier obedeció rigurosamente, ...
... y no sólo no paró, sino que aceleró un poco el movimiento, notando llegar el orgasmo de su más preciada enfermera. Tardó poco en estallar, enseguida sintió un estremecimiento y apoyó su mano izquierda sobre el pecho de él, con los ojos cerrados y agachando la cabeza, sintió como el orgasmo la invadía como un oleaje salvaje. Javier ralentizó el movimiento hasta parar, pero llevó su mano al culo de ella y lo agarró con fuerza. Ella, al sentirlo, aceleró el ritmo de su mano. Volvió a acariciarle la mejilla.
–Vamos, Javier, le toca a usted –le dijo.
Javier apretaba el culo como si fuera su último asidero, envuelto en una tensión lujuriosa que lo inundaba de placer. Elena, consciente de su estado, siguió pajeando su polla sin tregua hasta que sintió como se estremecía. Sintió la dureza máxima en su mano, estaba a punto de estallar. Javier empezó a correrse entre espasmos, mientras Elena regulaba la velocidad de su mano para iniciar el descenso. Paró y se miró la mano llena de semen. Fue al baño y volvió con varias servilletas de papel. Lo limpió y le colocó bien el pijama. Lo arropó y acercó su cara a la de él.
–Es usted un viejo verde, Javier –le susurró.
–Es tu culpa, yo era un ser calmo hasta que te vi.
Ella lo besó en los labios y después se irguió. Le colocó la mano en el paquete y lo miró.
–Dime que vas a dormir a gusto –le exigió.
–En la gloria, garantizado
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