Un párroco blasfemo, sacrílego y muy lascivo
Fecha: 16/08/2024,
Categorías:
Confesiones
Autor: El Manso Embravecido, Fuente: CuentoRelatos
... podar las enredaderas empecé a cortar el césped.
El caso es que llevaba casi media hora inmerso en mis faenas cuando me percato de que Doña Eulalia todavía no había abandonado la iglesia. Era mucho tiempo para una confesión. Así que, decido entrar en la iglesia, de forma sigilosa, porque la intuición me decía que algo raro estaba pasando. Observo que la puerta de la sacristía está cerrada. Me tomo la licencia de pegar la oreja en dicha puerta. Se oyen unos cantos gregorianos que salen de una minicadena. Pero lo escandaloso es que por debajo de estos cantos se escuchaban, no sin cierta dificultad, unos gemidos y jadeos de fondo. Decido salir de la iglesia a paso ligero por miedo a ser pillado y vuelvo al trabajo.
Al cabo de unos 10 minutos veo salir a Doña Eulalia de la iglesia, algo acalorada y despeinada. Se iba colocando bien el abrigo y se despide con un “Adiós, mozo”.
A partir de ese momento me empiezo a dar cuenta de que estoy sirviendo a un cura que rompía el molde de los que había conocido anteriormente. Pero el asombro no había llegado a su culmen.
Un domingo en una Homilía no se le ocurre mejor idea que elogiar al Papa Alejandro VI y al Marqués de Sade. La mayoría de los feligreses son de escasa o nula educación y no sabían nada de la trayectoria de estos dos personajes históricos. Solo se quedaron con el dato de que eran un Papa y un Marqués y eso les sirvió para no tener que indagar más. Pero yo, que sí conocía sus biografías y obras, me horroricé ...
... de que un párroco los mencionase y halagase desde el púlpito.
Don Antonio tenía unas reuniones los martes y viernes de 20 h a 23 h, en la casa parroquial, con la directora de todos los catequistas de la comarca y con la presidenta de la Asociación de Amas de Casa Católicas. Decía que eran para planificar las actividades pastorales. A esas horas ya no estaba el servicio, que suele plegar a las 19 h.
Yo, después de todo lo que iba descubriendo y a medida que iba conociendo al personaje, me temía que aquellas reuniones eran para todo menos para hablar de temas parroquiales.
Como tenía una copia de la llave de su casa (para llevarle la compra cuatro veces por semana y para otros menesteres), decidí una noche allegarme por allí, bien pasadas las 21 h, para dar un cierto margen de tiempo.
Desde fuera se veía luz en el salón. Abrí la puerta con mucho cuidado para no hacer ruido, me descalzo y me acerco a gatas hasta el umbral del salón. Me sentía protegido por la oscuridad del pasillo.
No por esperado me causó menos conmoción. Tuve que santiguarme tres veces ante lo que estaba viendo. No me lo podía creer.
Postrada en un sofá estaba la directora de catequistas, semidesnuda. En una de sus manos tenía un crucifijo, de aspas redondeadas, el cual se introducía por el coño y con el que se follaba así misma, a buen ritmo.
En medio de la sala estaba a cuatro patas la presidenta de la Asociación. Don Antonio sujetándola por detrás le zumbaba bien el conejo mientras le ...