1. Ana, una ninfómana casada e insaciable


    Fecha: 22/03/2018, Categorías: Intercambios Autor: Alber, Fuente: CuentoRelatos

    ... de mi cara. Lentamente yo fui rodeando su espalda y acerqué su cuerpo al mío. Pude sentir su calor... Eso me hizo estremecer. Sus tetas generosas y firmes quedaron apoyadas contra mi pecho y luego le pegué mi pene en su entrepierna. Huelga decir que mi tranca estaba durísima. Ella lo notó con mucha satisfacción y con su mano izquierda me tocó el miembro por encima del pantalón y empezó a acariciarlo. Yo empecé a besarle el cuello apasionadamente, luego a recorrer el lóbulo de una de sus orejas con la lengua. Ella comenzó a emitir unos gemidos muy ricos. Con frenesí busqué sus labios y la besé. Pensé que tal vez iba a rechazar un beso, pero no, me dejó meter mi lengua hasta las profundidades de su boca cálida y húmeda. Mi timidez terminó desapareciendo cuando mis manos palparon por debajo de la bata la piel sedosa y lisa de sus nalgas turgentes y firmes. Se las apreté con fruición y ella dejó escapar otro gemido muy suave que indicaba que aquello le estaba gustando. De las nalgas pasé a meter mi mano en su cuquita... Los vellos se sentían muy suaves y más abajo encontré la humedad chorreante de una vagina cálida que esperaba por mí. Le metí un dedo y ella pegó un respingo, luego con más fuerza le introduje dos y luego subí hasta su clítoris, el cual comencé a estimular muy suavemente, cosa que le arrancó otros gemidos. Segundos después le saqué la bata de seda, dejándola en ropa interior. Aquella mujer era una belleza. Su cuerpo, de piel muy blanca, no tenía nada fuera de ...
    ... lugar, a pesar de que ya había pasado por dos embarazos. Un abdomen plano daba paso a unas caderas amplias y bien formadas que luego bajaban hacia las piernas que tanto me enloquecían cuando estábamos en la oficina. Ana llevaba un conjunto de ropa interior blanco, con unas tanguitas que se metían en la raja de su culo de manera deliciosa. Aquellas nalgas llamaban a ser mordisqueada, tocadas, besadas, pellizcadas y, por sobre todas las cosas, gozadas. Las tetas luchaban por salir de la prisión del sujetador. Yo no tardé en liberarlas y en disfrutar de la sensación táctil que proporcionaban. Comencé a chupar los pezones con ansia, al tiempo que tumbé a Ana en la cama, mientras me yo me despojaba de mi ropa. Mi falo, en total estado de rigidez, quedó al descubierto, con la cabeza enhiesta mirando hacia el cielo, ante los ojos desorbitados de Ana. Con firmeza y decisión la despojé de su tanga, con lo cual quedó completamente desnuda. Aquella visión era como para degustarla durante mucho tiempo, pero no había momento qué perder. Ella tendría que ser mía de todas las formas, para su placer y el de su marido. Atraje su cuerpo hacia mí hasta que sus nalgas quedaron apoyadas en el borde de la cama, con las piernas casi colgando. Yo me arrodillé frente a ella, le abrí las piernas y hundí mi cabeza en la entrada de su cueva. Empecé a chuparle el coño de manera increíble. Le metía la lengua en su raja y provocaba en ella estertores de placer. Ella gemía cada vez más duro. Parecía incluso que ...
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