1. Mi odiosa hermanastra II (16)


    Fecha: 14/10/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... entonces alguien golpeó la puerta.
    
    —Ma, ¿estás acá? —preguntó Aurora.
    
    Me quedé quieto como una estatua. Tenía los pantalones bajos, con mi verga babeante en la boca de mi madrastra, y su hija estaba a apenas unos centímetros de nosotros, con esa puerta separándonos.
    
    Amalia soltó mi verga. Se acarició la mejilla, ya que por lo visto se la dejé dolorida, pero no tardó en responderle a su hija.
    
    —Sí, Aurora, estoy limpiando el baño ¿ya terminaron con su parte? —preguntó, como si nada.
    
    La vi abrir y cerrar la boca. Por lo visto la mandíbula le había quedado cansada después de tanto mamar.
    
    —Sí, queríamos preguntarte por dónde seguimos —respondió mi peculiar hermanastra.
    
    Me pregunté si Abril también estaba ahí. Ella sí que podía adivinar lo que estaba pasando. Dijera lo que dijese, prefería que no se enterara de lo que estaba sucediendo en ese momento. Por algún motivo aún creía que albergaba ciertos sentimientos románticos hacia mí, y prefería no lastimarla, por muy hipócrita que suene eso.
    
    Fue la mismísima brujita de la casa la que corroboró mi sospecha.
    
    —Podemos seguir con la cocina —la escuché decir.
    
    Su voz hizo que se me encogiera el corazón. Pero estaba consciente de que mi enrome calentura no se iba a apagar por tal motivo.
    
    Amalia se levantó. Parecía estar sopesando sus palabras.
    
    —No, de eso se va a encargar Carlos. ¿No está ahí? Qué raro —comentó, haciéndose la tonta.
    
    —Quizás fue un rato a su dormitorio. A lo mejor necesitaba ir al baño ...
    ... —aventuró Aurora.
    
    —Sí, bueno, ustedes encárguense del fondo —ordenó Samara.
    
    —Bueno —dijeron las dos, con poco entusiasmo.
    
    Había sido inteligente no mandarlas a la cocina, que estaba muy cerca de nosotros. En el fondo estaba la parrilla y otras tantas cosas. No había mucho que hacer ahí, pero al menos se mantendrían a cierta distancia. Eso me daría tiempo de irme. Me incliné para subirme el pantalón, resignado ante la idea de que el segundo polvo de ese día había sido interrumpido, y agradecido por no haber sido descubierto. Me conformaba con saber que mi madrastra tenía tantas ganas como yo de hacerlo.
    
    Pero Amalia me detuvo.
    
    —Vos no te vas a ningún lado sin antes cogerme —sentenció.
    
    Me sorprendió lo audaz que era. Por supuesto que no me hice desear. Me quedé ahí, aunque sin terminar de decidirme cómo lo haría. Y esa duda no era solo porque las circunstancias requerían que lo pensara bien, sino porque la imponente figura de mi madrastra me hacía sentir que tenía que pensar detenidamente por dónde empezar a disfrutar de su cuerpo.
    
    Amalia abrió la llave de la ducha. Comprendí que era para hacer ruido, y que así se atenuaran los sonidos que de seguro íbamos a largar.
    
    Entonces volvió a mis brazos, con una espontaneidad que me voló la cabeza. Le comí la boca de nuevo. Tenía un sabor dulce que no supe identificar. Después ella se puso contra la pared, al lado de la piletita que estaba frente al inodoro, con una mirada cargada de deseo. El baño era un espacio ...
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