1. Adán y Eva


    Fecha: 13/12/2024, Categorías: Hetero Incesto Autor: Riseva, Fuente: SexoSinTabues30

    Conocí a mi esposo cuando a la edad de 8 años y el tenía 12.
    
    Era un chico que había venido a veranear a la casa de un tío de él que era mi padrino de bautizo.
    
    Cuando me lo presentaro me gustó, había algo en él, en sus ojos, en su cuerpo, en su aroma, no sé qué, que me hizo tener confianza en él desde el primer día.
    
    Lo presenté a mis amigas como un primo lejano, para que no se malinterpretara que anduvieramos de la mano todo el día.
    
    Vivía en ése tiempo en una ciudad puerto, en uno de los cerros, en una población de trabajadores portuarios.
    
    Mi tío, que vivía cerca y dónde se alojaba Adán, también era trabajador portuario al igual que mi papá.
    
    Adán vivía también en una ciudad puerto pero a más de 12 horas de viaje en bus.
    
    En las mañanas, después del desayuno iba a la casa de mi tío a buscarlo para salir a conocer el puerto, para ir al plan, para ir a la playa, etcétera. Después volvíamos a almorzar y salíamos en las tardes a juntarme con mis amigas orgullosa de él. Además de que andábamos de la mano para todos lados, incluso si íbamos aún cine, durante toda la función tomados de la mano.
    
    Todos los días hacíamos algo nuevo, todo era felicidad, hasta que me dijo que tenía que irse. Ya lo sabía, sabía que eso iba a ocurrir, pero me dio una angustia que casi me pongo a llorar. El se dió cuenta y me abrazó, siempre anduvimos de la mano, algunas veces me abrazaba por los hombros, yo por la cintura.
    
    Ahora estábamos abrazados de frente, fuertemente, sentía su ...
    ... calor como un refugio para mi. Estábamos en un mirador, de noche, viendo las luces de la ciudad y corría un viento fresco.
    
    No se cuanto tiempo estuvimos abrazados, no quería soltarlo para que no se me fuera.
    
    – No te puedes quedar? – le pregunté.
    
    – No, tengo que volver a mi casa con mis padres y después tengo que ir al colegio –
    
    – Por favor, te voy a echar mucho de menos – dije mirándolo a los ojos.
    
    – Yo también te voy a echar de menos, te quiero mucho – dijo.
    
    – Yo también te quiero mucho – lo besé en los labios y él me besó a mi. Fue un beso inocente, mi primer beso. Ése momento marcó un antes y un después, él era mi novio sin necesidad de que me lo dijera. Los días que siguieron, no sólo andábamos de la mano, nos íbamos al mirador en las noches a besarnos, era mi primer amor.
    
    La última noche, en el mirador, lloré como una niña en sus brazos.
    
    – Te voy a escribir todos los días y voy a volver el próximo año – me prometió.
    
    Al día siguiente, después del desayuno, fui a mi pieza y me acosté. Lloré hasta que me quedé dormida. Cada mañana, después del desayuno me iba a acostar y no me levantaba hasta el almuerzo y después me acostaba de nuevo.
    
    – Pero hija, sale a jugar con tus amigas, qué sacas con quedarte encerrada aquí dentro. Así fue que poco a poco fui volviendo a la normalidad y después al colegio.
    
    Las cartas diarias se fueron espaciando poco a poco, hasta llegar a una al mes y yo le escribía todos los días.
    
    El verano llegó y mis esperanzas ...
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