1. El viejito en la residencia


    Fecha: 15/12/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: txuso, Fuente: CuentoRelatos

    Frente al espejo estaba don Javier con su mejor traje, ultimando los retoques para estar impoluto. A sus setenta y tres años se conservaba delgado y, aunque su metro ochenta ya empujaba a encorvarse, se resistía a caminar como un viejo, pese a no separarse nunca de su elegante bastón de ébano con empuñadura de plata. Había sido este el último regalo que había recibido de sus repelentes hijos, que no dudaron en enviarlo a una residencia en cuanto lo creyeron oportuno. Y allí, aunque no le quedó más remedio que asumirlo, pronto encontró una motivación: Elena, la enfermera asistente de su zona, con la que ya había tenido algunas conversaciones.
    
    Esa tarde, cuando entró en la sala donde era la fiesta de la residencia, muchas miradas se centraron en él. Era inevitable, su elegante aspecto dejaba entrever que había sido un hombre que se había cuidado, de una vida en apariencia solvente, muy distanciado del resto. Él siguió caminando hacia la mesa donde se había montado un pequeño picnic, sin prestar atención a las miradas, aunque consciente de ellas y orgulloso por saberse distinto. Con la mirada recorrió el local buscando a Elena, pero no la vio. Ella, con sus treinta años recién cumplidos, su elegancia natural, acompañada de su simpatía y alegre solvencia para salir airosa de situaciones tensas, se le había metido en la cabeza como si fuera un chico de quince años. La recorría con la mirada cuando ella pasaba con el disimulo necesario para no ser visto, pero sabía que ella ...
    ... no era ingenua, que se sabía deseada por él. El tiempo pasaba y don Javier empezaba a aburrirse, las conversaciones le resultaban inocuas, superficiales, y se negaba a comportarse como un viejo más. A él la vida aún le quemaba. Tomó un canapé cuando una mano le dio un par de golpecitos en el hombro.
    
    –Que elegante se ha puesto usted, ¿se casa? –Preguntó Elena sonriente.
    
    Don Javier tragó y bebió un poco de agua. Después la miró.
    
    –Eso depende de ti –le respondió con serenidad.
    
    Elena sonrió, en el fondo le agradaba sentirse deseada por él.
    
    –Yo sólo me casaré con alguien que sepa bailar bien –dijo coqueta antes de girarse y caminar en dirección opuesta.
    
    Javier la observó caminar, adoraba ese culo, que parecía jugar con la gravedad cuando ella caminaba. Mantuvo la vigilancia un rato, viendo como la sacaban a bailar, como repartía simpatía y comprensión allá por donde pasaba. Su sonrisa ancha y jovial, su pelo largo, su mirada coqueta, que cada cierto tiempo intercambiaba con él, hacían la delicias de todas las fantasías previstas por Javier.
    
    El tiempo pasaba y Javier comenzaba a aburrirse, entendía que Elena tenía una misión, estaba trabajando y, como sus compañeras, debía estar atenta a todos y todas. El ánimo se le cayó al suelo a Javier, que se levantó y puso paso hacia la puerta. Antes de llegar Elena le cortó el paso.
    
    –¿Se puede saber a dónde va? –Le preguntó.
    
    –A mi habitación, he conseguido aburrirme. –Respondió Javier un tanto afligido.
    
    –De eso ...
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