El viejito en la residencia
Fecha: 15/12/2024,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: txuso, Fuente: CuentoRelatos
... nada, debe bailar primero conmigo, no me gustan los hombres tristes.
–Estás demasiado solicitada, Elena, y es normal, lo entiendo, así que no quiero que faltes a tus responsabilidades.
–No sea tonto, estoy esperando que me saque a bailar, ¿o no sabe?
Javier sonrió y la cogió de la mano para llevarla a bailar. Cuando llegaron a la zona él dejó su bastón y puso sus manos en las caderas de ella. Empezaron a bailar. Javier desplegó sus artes y giraba a Elena sin perder el ritmo, demostrando su saber hacer.
–Vaya –dijo Elena– es usted buen bailarín.
–Un buen aficionado toda la vida –respondió Javier orgulloso.
Cuando acabó la canción sonó otra más lenta y pausada, y Javier no perdió la oportunidad de agarrarla y pegarla a su cuerpo con decisión.
–¡Uy, qué ímpetu! –Exclamó sorprendida Elena.
–Me gusta llevar la voz cantante –aclaró él.
Mientras bailaban una semibalada, él bajó su mano lentamente por detrás de ella hasta llegar a su culo, pero Elena, sin decir nada, le cogió la mano para ponerla de nuevo en su cadera. Javier no se resignó, y repitió el gesto algunas veces, siempre con el mismo resultado.
–Ya veo por qué le gusta el baile, ya –exclamó ella.
–Bailar es hacer el amor vestidos –aclaró Javier.
–Menudo galán está usted hecho.
El baile terminó y todos volvieron a sus habitaciones. Javier se despidió de Elena.
–¿Tienes vuelta de reconocimiento? –Quiso saber.
–Sí, me toca su zona.
–Genial, me gustará volver a verte.
–¿Ya me ...
... echa de menos? –Preguntó coqueta.
–Sí, además, después de hacer el amor debemos compartir un cigarrillo.
–Sabe que no se puede fumar aquí.
–Uno imaginario, hay que reposar el orgasmo.
Elena sonrió pero no dijo nada. Javier fue a su habitación.
Una vez en la habitación se puso el pijama, el más elegante que tenía, de una tela fina que parecía seda, y se sentó en el sillón que tenía junto a la cama con un libro. El tiempo pasaba pero Elena no aparecía. Inevitablemente el sueño se apoderó de Javier, que quedó dormido con el libro sobre su abdomen.
De pronto sintió un movimiento y despertó sobresaltado. Elena le había quitado el libro de encima.
–¡Ah! Eres tú. –Acertó a decir Javier.
–¿Quién si no? Vamos, métase en la cama, que aquí termina mi recorrido y estoy agotada –dijo estirando las sábanas de la cama.
–Espera –inquirió Javier– quédate un ratito.
–¿Para qué, no ha tenido bastante con tocarme el culo?
–No, la verdad, ansío tocarlo bien, incluso besarlo. Quisiera adorarlo.
–También poeta, qué buen partido es usted –ironizó Elena.
–Por favor.
Ambos se miraron fijamente.
–Por favor, ¿qué? –Quiso saber Elena.
–Déjame adorar tu culo, sé que suena vulgar, y quizá lo sea, pero siento la imperiosa necesidad de hacerlo.
Elena se colocó frente a él con los brazos en jarras sin decir nada.
–Por favor –suplicó Javier– es un deseo profundo, tanta belleza me está volviendo loco.
Elena seguía frente a él sin decir nada, en su cara se ...