Mil ojos de las azoteas
Fecha: 25/12/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dlacarne, Fuente: CuentoRelatos
... empapada, no dudé más.
Me escupí en la mano, le agarré la polla, tanteé el camino y ¡ufff!, la gravedad hizo el resto. Sentí un calambrazo por todo el cuerpo que confirmaba que la polla está bien adentro. En ese momento, me costó moverme, sobrepasada por el calambre de placer; ni abrir bien los ojos podía. Jack parecía decidido a echarme un cable: metió las manos bajo la camiseta (la cual no me quité por precaución)y, abriendo bien las manos, me agarró para ayudarme a marcar el ritmo. Poco a poco, sin que me soltara, empezaba a encauzar la situación. Nos mordimos la lengua tratando de ahogar nuestros gemidos, pero el chapoteo de mi coño y el choque de mi culo sobre sus muslos nos delataba. Me dio absolutamente igual y, ya que había cogido el ritmo, no pensaba recatarme ahora.
Conservé la camiseta por precaución, pensé, pero él bien que podía quitársela. Y así hice. Se la arrebaté con violencia, contemplando al instante cada rincón de su pecho, agarrando bien sus hombros desnudos sin dejar de trotar sobre él. Pensé después que, aunque tuviera que conservar la camiseta, el sujetador también podía ir fuera. Nada más hacerlo, sus manos se volvieron locas amasándome los pechos a la vez que levantaba la cintura, clavándomela en el cielo de la boca.
Las voces de alerta de nuestras cabezas cada vez tenían menos autoridad. No le bastó con amasármelas y tuvo que levantarme la camiseta, esa que estaba empeñada en conservar como seguro, y me devoró las tetas con la misma pasión ...
... con la que le comí momentos antes la polla, sosteniéndolas en peso con las manos como si fueran dos preciados melones. Aprovechamos para respirar, bajamos el ritmo y nos miramos a la cara. La golfería se había adueñado de nuestros rostros, nos retorcieron las facciones y sudábamos como cerdos. Seguía estando guapísimo.
Me puse a tope de nuevo, sin avisar. Cerró los ojos, gozándolo, y sus manos se volvieron locas por mi cuerpo. Un pequeño gemido se escapó de nuevo, haciendo que mi compañero abriera los ojos y, con una ligera sonrisa, me pidiera que tuviese cuidado. De verdad que quería hacerlo, de verdad que lo intenté. Cerraba la boca y apretaba los dientes, luchaba contra mi ser, pero no había manera. Un grito de gozo, un grito de verdad, se escapó por mi garganta y, acto seguido, escuchamos el ruido de una persiana abriéndose.
Eché mi cuerpo contra el suyo, buscando una cobertura contra el respaldo del sofá, como si el enemigo nos disparara. Escudriñamos las fachadas, en busca del curioso tras las ventana. Nuestros corazones iban a explotar. ¡Nos habían visto seguro! Ya no había teles sonando ni sonido de cubiertos en la mesa. Demasiado silencio.
Pero también demasiada lujuria.
Seguimos escondidos tras la trinchera, sabiendo que, si alguien nos espiaba, nos podría ver igual, pero no paramos de besarnos, de tocarnos, de masturbarnos el uno al otro. Estando los dos tumbados, él tras de mí, alcé una pierna, agarré su polla sin mirar y le indiqué el camino. No tardó ...