Los obreros frente a mi casa - Relatos Eróticos

Los obreros frente a mi casa

Desde siempre había disfrutado de unas espectaculares vistas desde la balconada de mi apartamento, de hecho mi afición era tomar el sol en pelotas porque no tenía a nadie delante lo suficientemente cerca como para que pudiera observarme. Era un privilegio que me daban los dos grandes solares de terrenos que tenía enfrente y que desde muchos años atrás estaban sin edificar. Eso, junto a la orientación al mar de mi apartamento me daba el placer de disfrutar de luz, sol y una brisa espectacular.

Pero como siempre todo lo bueno se acaba y casi del día a la mañana, entraron las máquinas excavadoras, las grúas y los adoquines y ladrillos con los que levantarian un edificio casi al que podría acceder estirando los brazos. Entre el polvo, el ruido y la rabia que tenía por quitarme esas vistas y el sol que me entraba, no podía ni ver a aquellos pobres hombres que se pasaban todo el dia currando bajo el tremendo calor del verano.

Me llamó Pedro, y tengo veinticinco años, mi complexión es grande, bastante marcado por el gim, moreno y ojos claros, mi piel es bastante morena y mi rasgos son finos, estoy soltero y trabajo como enfermero en uno de los hospitales privados de la ciudad, mi orientacion es bisexual, aunque es una cosa que no me gusta nunca decir, porque yo me voy a la cama con quién me da la gana, o mejor con quien estoy agusto, y a nadie le importa lo que me gusta en mi vida sexual.

Y bueno dicho esto para que sepáis cómo soy yo, empezaré a contaros como cambio mi ...

... vida por aquella dichosa obra que me plantaron justo enfrente de mi casa. Podéis imaginaros por mi trabajo a turnos, que mis horas de dormir cada semana eran a distintas horas, pues bien cuando trabajaba de noches, podéis imaginaros lo mal que lo pasaba para dormir con el escándalazo típico de un edificio en construcción, cuando no la grúa, los camiones, cuando no, los obreros vociferando groserías y estupideces múltiples. Estaba ansioso, tenía que ponerme tapones en los oídos y cerrar todo con el calor que hacía, en fin todo un puto sacrificio.

Pues bueno con todo esto y el caloron que hacía me negaba a tener las puertas cerradas, eso junto que a mí me gustaba andar en pelotas por casa, cosa que me negaba en rotundo a que nadie cohibiera mis derechos legítimos en mi propiedad, resultaba cuanto menos víctima de algunas miradas indiscretas, cuchicheos y corrillos entre los albañiles. Pero a mí realmente me la bufaba y me era indiferente, de hecho solía salir a fumar un cigarrillo a observarlos sin ningún tipo de tapujos ni vergüenzas completamente desnudo, y la verdad es que muchos de aquellos machos, la mayoría latinos y subsaharianos descamisados y sudorosos estaban fuertotes y buenorros.

Pero todo empezó a cambiar un día en que un camión hormigonera se planto bajo mi casa y temblaba hasta el edificio. De verdad que intenté ser paciente pensando en que pronto se iría, pero llevaba tres cuartos de hora dando vueltas al hormigón y yo no podia conciliar el sueño, asi que me ...