1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (39)


    Fecha: 13/02/2025, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... decirme, introduciéndome la lengua en la boca, hasta bien adentro, como si con ello buscara que yo no le argumentara su vanidad, y con ese beso, me demostrara algo que no comprendí, pues de apasionado no tuvo nada y, por el contrario, lo sentí violento y asqueroso.
    
    —Sí, Meli, me convertí en un hijueputa cínico, pervirtiendo a quien se hallaba a mi alrededor para conseguir mis objetivos, y no me arrepiento de ello, aunque a muchos hombres les pudiese hacer el mal, cogiéndome mejor que ellos a sus mujeres. Pero al final, esas putas me lo han agradecido y sus cornudos maridos sin saberlo, un poco más de lo mismo. —Y su respiración acelerada fue mermando, como la oscilación de sus caderas, pues menguó y suavizó sus penetraciones.
    
    —La infidelidad conmigo es buena, porque les doy un gustico a todas y no me amaño con ninguna. Sé que te gusto, que te excito y deseas por las noches, que yo sea quien se encame contigo. ¡Pecar, culiando con este «pechito», no será un ultraje a tu puto matrimonio, sino tu válvula de escape! —Y aunque el tono de su voz no bajó demasiado, la intensidad del sonido, sorpresivamente cerrando fuertemente sus ojos, se silenció y comenzó a sollozar sobre mi hombro. Lágrimas gruesas comenzaron a escapársele por las esquinas internas, al lado de la nariz, y dejó definitivamente de moverse.
    
    —Me conmoví, y al sentir que su pene dentro de mí se detenía, mis dedos se enredaron entre sus cabellos, revolcando como… ¡Como lo solía hacer con tu melena! Se fue ...
    ... relajando mientras continuaba llorando sobre mi hombro izquierdo, a pesar de que intentaba contenerse como el macho indomable que aparentaba ser. Al salírsele, se recostó a mi lado, recogiendo sus piernas y yo… Lo abracé y nos abrigamos bajo las mantas de lana gruesa, para ahuyentar al frío y al sonido de la lluvia persistente, que, con sus gotas constantes, tamborileaban sobre el vidrio de la ventana, hasta que su respiración se calmó, y al poco tiempo se durmió.
    
    —Por supuesto que yo también me dormí. Unas leves cosquillas en mi costado me despertaron. Al abrir mis ojos, me lo encontré con un semblante distinto, sosegado y sonriendo suavemente para sí mismo, mientras su pulgar y el dedo índice, sujetaban por los costados, un pequeño auto rojo de su colección, conduciéndolo desde la redondez elevada de mi cadera, trazando un camino imaginario por el barranco de mi cintura, hasta hacerlo ascender de nuevo por el redondel de mi seno izquierdo, hasta hacerlo chocar de frente, contra el rosa erguido de mi pezón.
    
    —¡Jajaja! ¿Pero qué estás haciendo, Nacho? —Le pregunté sonriéndome ante su infantil juego, y vi como el color de sus mejillas, pálido como velón de iglesia en cuaresma, se le colorearon al verse sorprendido.
    
    —Ehhh, solo recorro este caminito. Quiero memorizar la textura de tu piel, con todos sus poros y estas marcas de frenada, casi indetectables, que tienes en la cadera y al costado de tus tetas. ¡Upaleee, Mamasotaaa! ¡Tú con esas tetotas y yo, con ganas de ...
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