Irene y sus primos (parte 3)
Fecha: 28/04/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Montes Federico, Fuente: CuentoRelatos
Así terminé en La Plata, estudiando psicología y viviendo en una pensión. Mis primos, que vivían en City Bell, consiguieron (no sé de que amigo ni de que forma) un departamentito en el Centro de La Plata para nuestros encuentros. Las sesiones de orgías continuaron y me seguí comiendo a esos guachos hermosos. Pero, a los tres meses, Julián se fue a trabajar a San Pablo y mi harem de primos se redujo, pero no las cogidas entre nosotros.
Un día fui al departamentito porque había combinado con Roque para vernos (y coger, por supuesto), pero antes de llegar, recibí un wassap de él avisándome que no iba a poder llegar. También me pedía que le avise a Omar (un pibe que lo estaba esperando en el bulo). Entré con mis llaves al departamento y me encontré con un pibe de unos 28 años, vestido con una malla ceñida, musculoso, morocho, pintón, acostado boca arriba sobre una colchoneta en el suelo, haciendo abdominales.
- “Hola”, dije, con una voz que delató mi entusiasmo al verlo mucho más de lo que yo deseaba (es que estaba para comérselo y yo ya iba caliente a coger con Roque, entiendan) “¿vos sos Omar?”.
- “Si”, contestó levantándose y corriendo un mechón de sus ojos “y vos, belleza, ¿quién sos?”.
- “Irene, la prima de Roque. Me avisó que no podía venir y que te avise. Y, de paso ¿qué hacés acá?”.
- “Mejor yo te pregunto que hacés vos y porqué tenés llaves de mi departamento”.
- “¿Tu departamento?”, pregunté asombrada.
- “Ahhh, ya caigo. Roque me pidió varias veces ...
... el departamento y sospechaba que tenía que ver con una mujer. Lo que nunca pensé es que fuera una belleza como vos”.
- “¡¡¡Che, soy la prima!!!”, le respondí.
- “Con una prima así, me olvido del parentesco. ¿Querés pasar igual? Esperame que me pego una ducha y te invito a un trago”, dijo y sin esperar respuesta, tomó una toalla que había sobre una silla y se fue al baño.
Yo sabía que lo lógico y sensato era que me vaya. No lo conocía y no teníamos relación alguna. Ya le había avisado y ya podía volverme. Pero tenía que elegir entre la pensión calurosa con la promesa de leer al pesado de Freud o tomar un trago en ese departamento con aire acondicionado y un bombón morocho de buen porte. Comprenderán que la opción no presentaba muchas dudas.
Salió del baño con la toalla rodeando la cintura y la duda en mi cabeza pasó a ser si bajo eso había algo más que su miembro (¡¡mi subconsciente era más caliente y libidinoso que yo!!!), se dirigió a la cocina y volvió con dos vasos de whisky con hielo generosamente servidos. Se sentó en uno de los sillones y me indicó el otro para que me siente. Charlamos de boludeces mientras las miradas de ambos indicaban que no era hablar lo que teníamos pensado. Una fina línea de decencia y pudor nos detenía. Pero era muuuy fina.
En un momento se levantó, puso música y me invitó a bailar “¿Así en toalla?”, pregunté. Ni me contestó, fue a mi sillón, me tomó de la mano, me levantó, abrazó mi cintura (¡¡por Dios, que brazo más varonil!!), ...