1. Tan ponedora como gallina culeca


    Fecha: 27/03/2018, Categorías: Voyerismo Sexo Duro Autor: Arandirelatos, Fuente: xHamster

    ... Vino de compras al pueblo. ¡Vente!Felipe se dejó llevar por la curiosidad y siguió a su amigo.La Señora Cristina en verdad que era bella. Sus notables curvas se hacían notar pese a los vaqueros y camisa de franela que vestía.Sin embargo, Nabor también se hacía notar. El rudo hombre no permitía que los hombres se quedaran viendo por durante mucho tiempo a su patrona.Tomando con seriedad su trabajo, custodiaba a la esposa de su patrón como perro a su hueso. Era muy consciente de la evidente sensualidad de la hembra y, más aún, sabía bien que la Señora se dejaba llevar por sus ansias de mujer.—¡¿Qué chingaos la ven?! —gritó, de plano, Nabor, cuando un grupo de muchachos hicieron patente su interés en la dama—. ¡Pinches guarachudos! —terminó por decir.Mientras Dionisio resintió con temor los gritos del tal Nabor, a Felipe ya se le había puesto tiesa la hombría al ver el sensual caminar de la dama.«De veras que está rete buena», se dijo así mismo.De pronto, Dionisio lo sacó de su ensoñación tomándolo y agitándolo del hombro.—¡Güey, viene para acá! ¡Ya no la mires, que sino el mentado Nabor nos pone en la madre!—No te agüites. A esa dama la atiendo como se merece.—Bueno, luego te veo —dijo Dionisio y se alejó.Segundos más tarde, mientras Doña Cristina veía unas pañoletas, Felipe se la quedó viendo repasándola de abajo a arriba con mucho deleite. Esto no pasó desapercibido por Nabor y...—¡Qué tanto mira pinche chamaco! —dijo el rudo hombre tomándolo de la camisa, y luego lo mandó ...
    ... de espaldas contra un anaquel.El otro se quedó callado pero viéndolo con coraje.—¡Oiga, ¿tiene más grandes?! —exclamó Doña Cristina y aquél aprovechó para ir junto a ella.Nabor no dejó de mirarlo con una expresión de: “nomás le faltas al respeto y te parto la madre”.—Mire, aquí tenemos otras pañoletas más grandes y de diversos colores —le decía muy sonriente Felipe a la dama, a la vez que sacaba de un cajón tales prendas.Para la joven Señora no pasó desapercibido la influencia que sus sensuales carnes provocaban en el joven, así que...—Ajá. Oye y me muestras esos calzoncillos que tienes atrás.—Claro, en qué talla —respondió aquél.—Pues.... mmm, como para un joven como tú —le respondió.Felipe le mostró algunos que colocó sobre el mostrador, delante de ella.Doña Cristina tomó unos y los restiró como probando la elasticidad. Luego metió una de sus manos dentro y con el dedo medio simuló un pequeño pene erecto dentro de la prenda.Con sonrisa maliciosa en el rostro dijo:—Cómo ves, ¿así se te verían a ti?—No pos yo creo que los llenaría con más.Ambos se sonrieron aprovechando que Nabor estaba lo suficientemente retirado para no darse cuenta de su amena disertación.Sin embargo, el otro comenzó a aproximarse, así que la Señora no perdió más tiempo.—Me cuadras muchacho. Mira, te espero en Rancho Alegre, ¿sabes dónde es?—Claro.—Te dejo una escalera por dentro, del lado del río. Si te puedes trepar la barda lo demás ya es fácil. (Y aprovechando los últimos instantes de privacidad dijo:) ...
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