Como conocí a mi remordimiento (I)
Fecha: 07/05/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: vivipaz, Fuente: CuentoRelatos
Hay un instante en la vida de todos en el que debes tomar una decisión sabiendo que traerá consecuencias impredecibles.
La mía fue cruzar la línea que separaba la fantasía de la cotidiana realidad, y al dar ese paso añadí el remordimiento a esa mochila que cargamos y que se va llenando con el paso del tiempo.
Esto no es en sí ni un "relato", ni un "cuento". Ni siquiera entraría en la categoría de "historias". Es simplemente una confesión anónima en la que espero liberarme de esa carga.
Soy una mujer que ha superado hace poco esa barrera psicológica de los 50, trabajadora, discreta, alegre... y casada. Sí, casada desde hace mucho, y no me arrepiento. Tenemos una vida tranquila y serena. No me atrevería a llamarla rutinaria porque no sería justo, pero sí podría afirmar que vivimos del calor de unas brasas que hace tiempo que dejaron de arder pero que reconfortan cuando te acercas a ellas.
Aunque estoy segura del anonimato, no dejo de tener la sensación de que las personas más cercanas a mí podrían identificarme, así que permíteme omitir detalles y quédate con que me dedico al sector comercial. Un equipo de ventas a mi cargo y la responsabilidad de cumplir los objetivos del departamento, así que mantengo un equilibrio entre ser "compi" para mi equipo pero sin dejar de ser la "jefa" que debe tomar las decisiones, a veces difíciles.
Siempre fue así hasta el pasado verano.
Todo comenzó como una anécdota. Habíamos parado a desayunar durante una jornada de visitas ...
... a clientes. Ese día llevaba a 3 comerciales a los que estaba formando. Dos chicas y un chico jóvenes en busca de un primer contacto laboral. Ellas habían salido a fumar y nos habíamos quedado en la mesa apurando el café. Nos reíamos mientras le contaba anécdotas vividas cuando me interrumpió para ir al servicio.
Al poco terminé mi taza y fui a ponerme en pie y girarme para acercarme a la barra a pagar. No me había dado cuenta pero Marcos (de acuerdo, no es ese su nombre real) había llegado por mi espalda hasta la mesa, y en el movimiento de girarme restregué mi mano derecha por su entrepierna. Llevaba un pantalón fino de algodón así que con el dorso de la mano pude sentir por un breve instante el bulto que escondía bajo su cintura.
Debió ser un segundo apenas, pero nos quedamos mirándonos a muy poca distancia mientras trataba de excusarme quitándole importancia al asunto.
Al regresar de pagar, observé que había colocado su carpeta a modo de escudo y me sorprendí imaginando que tal vez tuviese una erección. No soy una mujer, digamos, exuberante, pero décadas atrás me consideraba una chica que estaba bien, y aunque parte de esos atributos aún los conservaba, echaba de menos aquel impulso y esa sed de poseerme que mi marido mostraba hacia mí al verme desnuda. En ese momento no fui consciente, pero algo en mí había hecho click.
El resto de las visitas del día estuve algo ausente porque no dejaba de pensar en aquella carpeta, en aquel roce fugaz, en la posibilidad de ...