-
ME GUSTA EL CHUTO Y TODO LO QUE SEA DARME PLACER POR EL CULO.(I) Por Putita Trav
Fecha: 30/05/2025, Categorías: Fetichismo Gays Transexuales Autor: JuanaLoca, Fuente: SexoSinTabues30
Soy Juana, La Loca y mi nombre de batalla es Putita trav. Les contaré paso a paso qué ha sido de mi vida desde que descubrí lo mucho que adoro el miembro viril y el placer que provoca su introducción en mi canal excretor. INICIOS Marco el principio del goce anal en las continuas lavativas y enemas que recibía en mi infancia agobiado por el estreñimiento. Obvio porque la dieta nunca fue balanceada y provista de frutas y verduras que habrían facilitado la expulsión de las heces. Por el contrario, dulces y golosinas, pasteles y otras deliciosas pero poco sanas ingestas hacían que mi intestino no procesara adecuadamente y soltara con fluidez lo que debía ser eliminado. Poco a poco me di cuenta del placer que me producía la introducción de la cánula y el chorro de varios ml de líquido tibio que me producían sensaciones que aún recuerdo e intento reproducir cuando estoy en el WC en las mañanas. No solo el ingreso sino la expulsión era satisfactoria y aún más: anhelada. Bueno, el pene lo recibí tempranamente y de un maestro en el arte de la pedofilia: un sacerdote al que llegué a adorar por esa iniciación sagrada y realizada con todos los pasos de la seducción. A tal punto fue un proceso delicado y sigiloso que más de alguna vez deseé con algo de violencia y quise ser desflorado con fuerza y dolor. A los nueve años después de la primera comunión fui seleccionado como acólito por mi fluidez en la lectura del ritual que se hacía en latín. Ayudaba en las misas al cura ...
... que después me llevaba a su dormitorio y me consentía: me sentaba en sus rodillas, me servía nueces e higos y me acariciaba los muslos que mis pantalones cortos dejaban al aire. Un día esa caricia se arriesgó un poco más y sentí sus dedos suaves en mis nalgas que eran sobajeadas con sutileza. Ya se había prendido en mí la poderosa luz del deseo de mariconcito larvado. Anhelaba que el cura diera otro paso más hacia ese lujurioso objetivo que aún provoca excitación en mí mientras escribo con la verga dura y el poto palpitante. Una tarde después de una jornada por las zonas rurales en las capillas donde celebraba misas dominicales, el cura se despojó de sus vestimentas y quedó solo en camiseta y calzoncillos. Nunca lo había visto así. Siempre se cambiaba de sotana solamente. Esta vez mi corazón dio un vuelco. Me subió a sus rodillas ahora desnudas y fuertes y sus manos se deslizaron por todo mi cuerpo. Me producía la sensación de una serie de fogatas que se iban encendiendo a medida que las manos del cura tocaban mi piel. Pronto y sin darme cuenta, su mano se deslizó por entre mis pantalones y el calzoncillo y ya no solo eran acariciadas las nalgas sino directamente mi rajita virgen. Posó el dedo medio en la abertura cerrada y mi ano se abrió para recibirlo en un acto lascivo de aprisionarlo y obligarlo a entrar. Cosa que el cura, agitado, hizo. Sentí su dedo ingresar hasta el fondo mientras mi culo se abría y cerraba en sucesivos estertores que delataban lo mucho que ...