Mi ex vs mi novio (parte 8) - Relatos Eróticos

Mi ex vs mi novio (parte 8)

... puntiagudo roce de su sombra de barba, mientras ambos compartían y mezclaban saliva y semen.

Se entregaron un par de minutos a un besuequo intenso, lamiéndose cada poro que pudieron. Labios, encías y lenguas. No tuvieron tregua y fue como si los dos rivales se felicitaran y agradecieran por el arduo combate donde lo habían dado todo.

Sebastián mordió la lengua de mi novio con suavidad.

-Estuvo bueno. Sos mejor que Julieta.

Ariel sintió un leve rubor y sonrió afectadamente.

Sus alientos se mezclaron y ninguno soltó el rostro del otro.

-Vos también sos increíble. Nunca me calentó un tipo

-A mí tampoco. Pero desde que transamos en el bar hace un par de semanas que no paro de pensar en hacerlo de nuevo.-Admitió Sebastián, bajando la mirada, levemente cohibido.

-Sí. Me pasó igual. Y me encanta que sea nuestro secreto. De esto nada a nuestra Julieta. -Le guiñó un ojo.

-¿Nuestra? ¡Si ya me ganaste sin lugar a dudas, Ariel! -Se sorprendió mi ex.

-Sí. Es nuestra. Vamos a mantener el secreto. ¿O te vas a rendir sin pedirme una revancha en unos días?

Por toda respuesta, Sebastián lo ...

... tomó de la nuca con ambas manos para darle un beso húmedo y lascivo con la boca bien abierta, que los hizo gemir durante el largo minuto en el que se enredaron.

-¿Eso sirve como respuesta? -le guiñó un ojo.

-No me quedó claro, putito. -Susurró mi novio, con los labios pegados. Ambos lanzaron una carcajada y se abrazaron dulcemente para caer en la cama con los penes flácidos buscándose.

Los siguientes quince minutos se dedicaron a besuquearse, acariciarse y confesarse todas aquellas cosas que se hicieron que les gustó.

Eran dos rivales que habían aprendido a respetarse y se saludaban, desde un nuevo lugar.

-Me imagino que te vas a quedar a dormir. ¿O tenés miedo, putito? -Invitó Ariel, con toda malicia.

-¿Miedo? ¿De un comehombres como vos? -Replicó Sebastián.

Los dos rivales intercambiaron un sonoro beso en los labios, abrazados y desnudos sobre la cama, entregados a una tregua momentánea, donde el sueño comenzó a ganarles. Sus piernas con pelusilla estaban enredadas y sus penes blandos y exhaustos reposaban juntos. Las pulsaciones fueron bajando y ambos se adormecieron muy dulcemente.