La esclava del poker - Relatos Eróticos

La esclava del poker

Marcelo creía que esa era su noche. Se sentía con suerte y se fue a la mesa clandestina de poker con el dinero de toda una semana de trabajo.

Al llegar, los guardias lo controlaron y lo hicieron pasar.

Estaba nervioso, se sentía con suerte...no podía perder, ya había dejado mucho en esas mesas.

Llegó y como por arte de magia, quedaba solo un lugar vacío.

Y se sentó.

Comenzó el juego y a Marcelo la suerte le sonreía e iba ganando. Sentía que esa noche llegaría a su casa con mucho dinero...

Pero no.

De pronto, parecía que las cartas se revelaron en su contra y todo iba en picada.

Y empezó a perder.

Al final de la nocheya había apostado todo. Casa, auto, hasta la correa del perro eran de ese hombre.

Estaba destruído. Lo había perdido todo y nada ni nadie podía salvarlo.

Debía pagr. Y esperaba un milagro.

Se tiro al piso, lloró pidiendo clemencia, rogó al dueño de la mesa que no hiciera eso...basicamente le pedía que le perdonara la deuda de juego.

El dueño de la mesa lo miró con cierto sadismo y le dijo: "si sos un hijo de puta, yo no tengo culpa. Pero voy a tener misericordia y te voy a perdonar la deuda. Pero a cambio quiero una noche con tu mujer"

A Marcelo lo inundó la desesperación y sudaba helado. El dueño de la mesa le estaba pidiendo a su mujer, nada más y nada menos que a su propia esposa. Pero si no la entregaba, se quedaba en la calle él, su mujer y sus hijos.

Comenzóa llorar, se lleno de nervios, ya no sabía qué pensar ...

... o qué hacer. Tenía veinticuatro horas para decidir. ¿Iría con su mujer o iría solo?

Y llegó el día. Y medio engañada, Marcelo llevó a su esposa a la entrada de las mesas clandestinas.

Los hicieron pasar a ambos, él ya familiarizado con el lugar. Ella no entendía absolutamente nada.

Entonces, cuando llegaron a la puerta central, a él lo hicieron esperar y a ella la hicieron pasar. Cuando atravesó la puerta, una llave hizo clic y era notorio que estaba encerrada. Y del otro lado estaba Marcelo, que no podía ver absolutamente nada de lo que pasaba, pero sí escuchaba.

Cuando se cerró la puerta, una silueta apareció de entre las sombras. Un hombre grandote, alto, con cara de loco y deseoso de comerse a la mujer de un pobre infeliz, apareció. Era el dueño de las mesas. Y le dijo, "tu marido te vendió a nosotros por una noche a cambio de perdonarle la deuda inmensa que tiene conmigo por juego".

Apareció un guardia de seguridad que le entregó una pequeña caja. Ella la abrió y encontró dentro un conjunto de lencería muy sexy en color negro, acompañado de un antifaz y de una cosa que no sabía qué era. Desconocía de qué se trataba. Era un plug anal, pero ella nunca había usado uno.

El dueño de las mesas ordenó que se vistiera y ella le arrojó la caja y le dijo que ni loca. Empezó a gritar desesperada para que alguien la ayudara. Socorro, socorro, gritaba. Pegaba las paredes, le gritaba a los guardias. Pedía por favor que alguien la sacara.

El dueño de las mesas se ...