Aprendiendo a dominar
Fecha: 29/03/2018,
Categorías:
Dominación
Autor: morboso1957, Fuente: CuentoRelatos
Tras mi aventura con Pilar en el Ave y en su casa, en la que mantuvimos varios encuentros, durante los tres primeros días que permanecí en Madrid, hemos mantenido contacto telefónico y un encuentro en la ciudad de Valencia, a la que acudió de nuevo a un pequeño congreso de su especialidad. Disfruté tanto con ella que decidí intentar mantener alguna relación de dominación, si se daba la ocasión. Una tarde del mes de junio pasado, tras una comida de jubilación y antes de volver a casa, decidí dar un paseo por la ciudad para bajar el alcohol que había tomado durante la comida (dos o tres vinos y un "gin tonic" al finalizar), y poder conducir con tranquilidad. Me dirigí caminando hacia el centro recorriendo varias calles y finalmente decidí sentarme en una terraza a tomar un café. Había muchas mesas vacías porque Castellón en verano queda casi desierto. No era aún muy tarde, pues serían sobre las 18.30 horas. Elijo una al azar y me siento. Aún no se había acercado el camarero cuando veo que justo enfrente de mí se sientan dos señoras de unos 45 años. Cuando viene el camarero pido un café con hielo y observo que de las dos mujeres solo una pide una cerveza y la otra dice que no quiere nada que se va enseguida. Efectivamente, en menos de un minuto, se va y me quedo mirando a su amiga que está esperando su cerveza. El camarero nos trae nuestras bebidas y no dejo de mirarla, al principio un poco disimuladamente. Observo como se quita sus gafas de sol y las deja sobre la mesa. ...
... Tendría como ya he dicho unos 45 años, pelirroja natural, de piel no muy blanca, sin pecas y unos impresionantes ojos verdes, una piernas torneadas y fuertes que terminaban en unas caderas muy prometedoras. Un pecho de tamaño mediano y una cara bonita. Sigo observándola con disimulo y en una de esas miradas nuestros ojos se cruzan y ella baja los suyos. Ya dejo de mirarla y, justo en otro cruce de miradas, bajo y subo mis ojos de los suyos a sus piernas y de nuevo a sus ojos, viendo como ella retira la mirada, agacha la cabeza y, dado el color de su piel, observo que se ruboriza. Al siguiente cruce de miradas entreabrí mis labios un poco y deslicé mi lengua por ellos, sin sacarla, solo con la punta. Ella volvió a evitar mi mirada y volvió a ruborizarse, colocándose sus gafas de sol, para evitar que mirara sus ojos y ella mirar libremente. Cuando creí que nuestras miradas volvían a confluir, le hice un gesto con la mano para que se quitara las gafas. No lo hizo, a la siguiente vez le volví a hacer el mismo gesto y entonces se las quitó y volvió a dejar sobre la mesa. Nos mirábamos ya más continuamente, ella no paraba de ruborizarse y ante otro gesto mío de lamer mis labios ella se mordió su labio inferior, ruborizándose más si cabe. Le hice un gesto de que abriera un poco las piernas y no hizo caso, le volví a insistir y tampoco. Creyendo que ya no tenía nada que hacer y para probarla, le pedí la cuenta al camarero. En ese momento observo que ella descruza las piernas y comienza a ...