Aprendiendo a dominar
Fecha: 29/03/2018,
Categorías:
Dominación
Autor: morboso1957, Fuente: CuentoRelatos
... volví a meter y exigí que con una sola mano, se fuera acariciando el coño. No se había dado más de tres caricias cuando explotó en un orgasmo increíble que me pilló desprevenido, exigiéndole que la próxima vez me pidiera permiso para correrse. Hice que se levantara, se pusiera de rodillas en el sofá y se la clavé desde atrás, no dejando de darle tirones en el pelo y azotes en las nalgas, pidiéndome que le diera más fuerte. —¿Deseabas mucho esto, verdad? —Si, nunca he tenido a nadie que me sometiera y era un deseo contenido desde que era adolescente. Dame más fuerte y fóllame más duro. —Pídelo por favor, ruégame que te folle y dime cómo te sientes. —Si, por favor, fóllame duro, te lo ruego, dame más fuerte, sigue sometiéndome. Me siento como una putilla, muy guarra y con ganas de guarrear más. Me sigue pidiendo que la azote más fuerte y lo hago, pero lo que más me encanta es sentirme dentro de ella, notar como se contrae cada vez que estiro hacia mí su cabeza, tirándola de su pelo, al tiempo que golpeo mi pubis contra su culo y mi polla entra hasta el fondo de su útero. Me avisa que se va a correr y se lo impido, le digo que no y paro de follarla. Se lleva una mano a su coño y sabiendo lo que quería se la cogí y evité que se tocara y se corriera, tirando con fuerza de unos de sus pezones. Comencé a darle besos y mordiscos por su cuello, espalda y llegué a su culo que mordí causándole un poco de dolor. Cuando entendí que se había relajado, volví a penetrarla y comenzando a ...
... bombear hasta que me volvió a decir que se corría que, por favor, no se lo impidiera. Se lo volví a impedir y girándose me miró con ojos implorantes y me dijo: —Por favor, por favor, deja que me corra, no puedo más, por favor, luego sigue haciéndome lo que quieras. —¿Quieres correrte, guarrilla? —Si, por favor. —Pues hazlo ya, mientras volvía a penetrarla y follarla muy deprisa al tiempo que apretaba sus pechos con mi mano izquierda, mientras que con la derecha tiraba fuertemente de su pelo acercándola a mí. —¡Ah!, si, joder que bueno. Me corro, me corro, no pares, sigue, sigue. ¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!... Tras un largo orgasmo, le pedí irnos a su habitación y, con un pañuelo de cuello, até sus manos al cabezal de hierro forjado de su cama y con otros dos sus pies al pie de la cama separándolos todo lo que pude. Dejándola atada me fui a buscar pinzas de tender ropa al lugar donde me dijo y tomé un puñado. Le puse una en cada pezón, otra en la lengua y cuatro en los labios del coño. Iba besándola por todo el cuerpo y retorciendo de vez en cuando las pinzas notando como jadeaba cada vez más. Me dirigí a su coño y comencé a besarlo, lamerlo y morderlo al igual que su clítoris. Quité las pinzas de sus labios y seguí atacándolo con desesperación, porque me encantaba y su olor me volvía loco. Le quité la pinza de la lengua porque quería oírla y vaya si la oí. Sus jadeos y gritos eran apoteósicos, volviéndome a pedir que la dejara correrse. Le dije que si, pero que me ...