Lo que escondía la gestoría (segunda parte)
Fecha: 30/03/2018,
Categorías:
No Consentido
Autor: Armonic, Fuente: CuentoRelatos
... desaparecer a un hombre solo por saludarla con dos besos en las mejillas, era algo enfermizo; aunque desde luego, no se podía decir que él correspondiera con los mismo. Sin dejarla reaccionar, la agarré por detrás pasando mi brazo por su cuello, le puse el arma en la sien y le ordené que no dijera una sola palabra, el Sr. Anro no perdía detalle. La llevé hasta el extremo de la gran mesa, colocados justo enfrente de donde estaba su marido, estaba atenazada por el miedo y empezó a llorar buscando con la mirada una explicación de lo que sucedía o quizás ayuda. La incliné sobre la mesa: -¿Recuerdas?- Dije sin dejar de mirarle a la cara. Estaba claro que se acordaba perfectamente porque empezó a moverse bruscamente para liberarse. Sonreí y metí la mano por debajo del camisón, por suerte utilizaba ropa interior fina y rompió con facilidad. La pobre mujer apretaba las nalgas con fuerza en un vano intento de evitar que la penetrara. Bajé la cremallera y saqué mi pene, colocando mi glande en la entrada de su vagina. El llanto se hizo más agudo en ese momento, sabedora de lo que iba a hacer; sin embargo, en aquella situación su vagina estaba seca, penetrarla sería doloroso para ambos. Decidí presionar con mi glande su clítoris, moviéndolo en círculos y de vez en cuando, llevándolo por el medio de sus labios vaginales para después volver al punto de partida. Al poco tiempo, empecé a sentir como me mojaba en cada pasada. Era ya el momento y lentamente la fui penetrando entre sus llantos ...
... y la mirada asesina de su marido. Cada vez los movimientos eran más profundos y violentos, en el salón retumbaban las embestidas y la mujer bajó la cabeza para intentar disimular que sus lamentos se estaban transformando en sollozos, desde hacía un rato sus nalgas habían dejado de hacer fuerza. La agarré del pelo y tiré sin lastimarla, finalmente el Sr. Anro apartó la vista; oír el sonido de mi vientre golpeando las nalgas de su mujer y como ella respondía soltando un gemido en cada golpe, con cara de placer, era demasiado para él. No tardé en notar como su vagina se humedecía rápidamente, aumente aún más el ritmo, los gemidos subieron de volumen cuando finalmente llegó al orgasmo, su cuerpo se retorcía y su respiración estaba acelerada, pero yo seguí sin detenerme, alargando su éxtasis. Cuando me detuve, el Sr. Anro me miró como quisiera clavarme un cuchillo. Pero todavía no había acabado, la cogí del brazo y me coloqué delante del sofá. La arrodillé a mi lado y sin perder tiempo llevé su cabeza hacia mi pene; ella se resistió al principio, pero al ver el arma empezó a chuparlo sin protestar, para ser del sector ortodoxo de su religión se le daba muy bien. Estaba tan excitado que no tardé en correrme. Ella al darse cuenta intentó retirarse pero no se lo permití, por lo que abrió más la boca dejando escapar mi semen sobre su cuerpo, aunque en contra de su voluntad no le quedara más remedio que tragar un poco para no ahogarse. Entonces vi las lágrimas en los ojos del Sr Anro, ...