Deseo anónimo: segunda parte
Fecha: 31/03/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... teníamos prisas, y siendo consciente de ello decidimos dar un paseo nocturno por la ciudad hasta llegar al coche. Me rodeaste la cintura con tus manos y así, demasiado cerca el uno del otro comenzamos nuestro paseo. Fue agradable, me contabas los recuerdos de tu infancia y adolescencia que aquellas calles te traían a la memoria, y yo me reía con cada anécdota. Fue divertido conocer esa parte de ti. En un momento se paraste en seco, ante nosotros se extendía una calle bastante larga, totalmente vacía y con farolas cada dos metros. Juro que nunca había visto una calle con tanta farola junta. Te dio por reír a carcajadas. Y yo no entendía muy bien a que venía eso. Estando enfrente de aquella calle, sin movernos y tú rodeando mi cintura con tus manos, me explicaste que solías jugar con tus amigos a subir y bajar aquella calle, bebiendo un chupito debajo de cada farola. Giré sobre mi misma, sin que tus manos se movieran de mi cintura, quedando enfrente a ti, mirándote directamente a los ojos. No sé qué tienen tus ojos, de verdad que no lo sé, pero me vuelven loquita y aquella noche tenían ese brillo que tanto me provoca. Lenta y pausadamente me fui acercando a ti, me incliné un poco hacía arriba para llegar a tus labios y te besé. No fue un beso pasional, ni salvaje. Fue dulce, suave y sincero. Pero sirvió para volver a saborearnos y levantarnos ese gusanillo que teníamos. Duró unos breves minutos y al separarme viste en mis ojos ese mismo brillo que yo veía en los tuyos, el ...
... brillo de la pasión y el deseo. - Nosotros también podemos jugar – te sugerí mordiéndome el labio inferior y poniendo la cara más angelical que podía – claro que, a nuestra forma. De nuevo me incliné hacía tu boca y mis labios besaron los tuyos. Moví mis manos hacía mi cintura en busca de las tuyas, entrelacé mis dedos con los tuyos y tiré de ti hacía delatante. Metiéndote prisa para seguir con nuestro camino y llegar a la primera farola. Tú me mirabas fascinado, te sorprendía esa parte di mí. Yo seguí tirando de ti, dándome toda la prisa que podía para llegar a esa primera farola. Y llegamos. Me detuve debajo de la luz anaranjada que desprendía aquel foco, y tú, te detuviste justo enfrente de mí. Nos quedamos mirándonos en silencio, con nuestros cuerpos separados, con el único contacto de nuestras manos unidas en el medio de los dos. Pasamos así unos minutos que, al menos para mí, fueron con segundos. Tus manos subieron las mías a tu nuca y allí las dejaron para dirigirse a mi cintura, me abrazaste y me uniste, con un leve empujón, a tu cuerpo y entonces me besaste. Tu lengua, una vez más, recorría mis labios, investigaba el interior de mi boca y luchaba con mi lengua. Te alejaste de mí y nuestros ojos se volvieron a encontrar. Ahora eras tú quién tiraba de mi para instarme a continuar con nuestro paseo, parándonos debajo de cada farola, devorándonos debajo de cada foco. De la nada apareció un remolino de aire, la noche empezó a refrescar, el cielo amenazaba tormenta. Nos dio ...