Mi Socio del Secreto
Fecha: 13/09/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: Ericl, Fuente: SexoSinTabues30
... tensión que se respiraba en el aire. Mientras tanto, yo observaba a Raquel. Por un instante, vi algo en sus ojos. Terror. Puro y absoluto terror. Pero lo disimuló en cuestión de segundos, sonriendo y asintiendo mientras K hablaba frente a los niños, dándonos instrucciones sobre las primeras actividades. Su control sobre la situación era impecable, como si todo estuviera ensayado. Luego, cuando nos apartamos del grupo, K puso una mano firme sobre mi hombro. —Mira, ella —dijo, con voz tranquila pero autoritaria, señalando a una de las pequeñas niñas. —Llévala a la habitación de allá. Mi mirada siguió la dirección de su mano hasta una caseta apartada, en el extremo de la granja. La construcción era vieja y de madera oscura, con una única ventana cubierta por cortinas gruesas. —Te espero en diez minutos. Luego me soltó y se alejó como si nada, dejando su orden flotando en el aire. Respiré hondo. Miré a aquella niña. Ella también me miró. Me coloqué a su nivel, intentando que mi tono sonara natural. —Pequeña, acompáñame —le dije—. Quiero mostrarte algo que te va a gustar. Ella me miró fijamente por un instante. Había algo en sus ojos, una mezcla de duda y resignación. Pero no dijo nada. Simplemente asintió y empezó a caminar a mi lado, siguiendo el camino de tierra que llevaba a la caseta apartada. El sonido de los niños riendo y jugando se fue desvaneciendo a nuestras espaldas. Raquel se había quedado cuidándolos, junto a otros hombres que daban instrucciones a los niños. La ...
... granja tenía un aire tranquilo, con el sol golpeando las extensas praderas y el sonido de los animales a lo lejos. Pero cada paso que dábamos hacia la caseta parecía arrastrarnos hacia otro mundo. Uno más oscuro. Más silencioso. Cuando llegamos a la puerta, me detuve y la observé. Ella no preguntó nada. No intentó retroceder. Solo esperó. Tragué saliva y giré el picaporte. La puerta crujió al abrirse. El interior de la caseta era pequeño y apenas iluminado. Un viejo escritorio, una silla de madera y una lámpara en una esquina. No había ventanas abiertas, y el aire olía a polvo y encierro. La niña entró primero. Yo la seguí y cerré la puerta detrás de nosotros. Por unos segundos, solo hubo silencio. Hasta que escuchamos pasos acercándose desde afuera. Y la voz de K. —Bien, bien. Esto será rápido. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Porque, en ese momento, entendí que nada de esto era un simple juego. K me indicó con un leve gesto que me pusiera a su lado. La niña, sin hacer preguntas, se sentó en la única silla de la habitación. El aire se sentía denso, cargado de algo que no podía nombrar. K sacó una cámara de video de un pequeño maletín y la colocó sobre el escritorio. Encendió la grabación y, con una voz tranquila pero firme, comenzó a hacer preguntas. —Nombre completo. —Juliana Fernández Ramírez. —Edad. —Tengo 6 años. —¿Con quién vives? —Con mis papas y mi hermana. K asintió lentamente y continuó. —¿A qué has venido aquí? —A aprender sobre los animales. K miró la pantalla ...