La linea cruzada P2
Fecha: 18/09/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: Andreitha, Fuente: TodoRelatos
El silencio que siguió al clímax fue tan intenso como el propio acto. Carlos, aún jadeante, me miró con una expresión que no pude descifrar. Sus ojos, normalmente cálidos, ahora brillaban con una luz diferente, una que me hizo sentir tanto intriga como nerviosismo. Con un movimiento suave, se sentó en el borde de la cama, su cuerpo desnudo a la luz tenue de la habitación.
—Elena —su voz era ronca, casi un susurro—, hay algo que quiero proponerte. Algo que podría llevar nuestra... relación a un nivel completamente nuevo.
Mi corazón latía con fuerza, anticipando sus palabras. La idea de explorar algo nuevo con Carlos me excitaba y asustaba a la vez.
—Quiero que juegues un juego conmigo —continuó, una sonrisa pícara asomando en sus labios—. Un juego de roles. Tú serás mi sumisa, y yo... yo seré tu amo.
La palabra "amo" resonó en mi mente, despertando una sensación que no podía identificar. ¿Sumisión? ¿Control? Era un territorio desconocido para mí, pero la forma en que Carlos lo dijo, con esa mezcla de deseo y autoridad, me hizo sentir una extraña excitación.
—¿Qué... qué implica eso? —pregunté, mi voz temblorosa.
Carlos se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los míos.
—Implica que obedecerás mis órdenes, Elena. Que te entregarás a mí por completo. Y a cambio, te prometo una experiencia que nunca olvidarás.
La idea me aterrorizaba y me fascinaba al mismo tiempo. ¿Podía hacerlo? ¿Podía entregarme de esa manera? Antes de que pudiera responder, Carlos ...
... se levantó y se acercó al armario. Sacó un par de esposas y una cinta de seda negra.
—Primero, quiero que te pongas esto —dijo, lanzándome las esposas—. Y luego, vendaré tus ojos. Quiero que confíes en mí, Elena.
Con manos temblorosas, me puse las esposas, sintiendo el metal frío contra mi piel. Carlos se acercó y, con movimientos suaves, ató la cinta alrededor de mis ojos, sumándome en la oscuridad.
—Ahora, siéntate en la cama —ordenó, su voz firme pero gentil—. Y no te muevas.
Obedecí, sintiendo la seda suave contra mi piel mientras me sentaba. Escuché pasos, el sonido de una puerta abriéndose, y luego voces. Voces masculinas. Mi corazón se aceleró. ¿Qué estaba pasando?
—Elena —la voz de Carlos sonó cerca de mí—, he invitado a algunos amigos a unirse a nuestro juego. Quiero que conozcas a mis tres mejores amigos.
Amigos. La palabra resonó en mi mente mientras intentaba procesar la situación. ¿Amigos? ¿Aquí? ¿Ahora?
—No te preocupes —continuó Carlos, como si leyera mis pensamientos—, ellos están aquí para observarnos, para ser testigos de tu sumisión. Y quizás, si te portas bien, participarán también.
La idea de ser el centro de atención de cuatro hombres me hizo sentir una mezcla de miedo y excitación. ¿Podía manejar esto? ¿Quería manejar esto?
—Ahora, quiero que te pongas de rodillas —ordenó Carlos, su voz firme—. Y abre tus piernas.
Con las mejillas ardiendo, obedecí, sintiendo la frescura del aire en mi piel expuesta. Escuché susurros, risas ...