El experimento de los halls
Fecha: 01/10/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: roy111000, Fuente: RelatosEróticos
Verónica llegó a mi apartamento con esa sonrisa pícara que siempre precede a nuestras locuras. Traía en su bolso tres sabores de Halls: menta, cereza y ese extraño de miel y limón que siempre me hace toser. «Primo, hoy vamos a comprobar si eso de los caramelos en la vagina funciona», anunció mientras dejaba caer su abrigo sobre el sofá, revelando ese cuerpo que conocía tan bien pero que siempre me sorprendía. Sus curvas, más maduras que las mías por esos cinco años de diferencia, se insinuaban bajo el vestido de lana que tanto me gustaba arrancarle.
Preparamos el escenario con la meticulosidad de científicos locos. Extendimos una toalla sobre mi cama de soltero, iluminamos la habitación con la luz tenue de la lámpara de sal del Himalaya que me regaló mi madrastra (en circunstancias igualmente íntimas), y colocamos los caramelos en un plato como si fueran finos chocolates. Verónica se desvistió con esa parsimonia que me volvía loco, dejando que cada prenda cayera al suelo como acto deliberado de tortura sensual. Cuando por fin quedó desnuda, el aroma familiar de su perfume Chanel N°5 se mezcló con ese olor dulzón que siempre emanaba de entre sus piernas, un aroma a almendras y deseo que me erizó la piel.
Comenzamos con el Halls de menta. Yo, arrodillado ante su altar particular, coloqué el caramelo con reverencia en la entrada de su vulva ya humedecida. La expectación nos tenía tan tensos que nuestras risas nerviosas llenaban la habitación. «¿Sientes algo?», pregunté, ...
... observando cómo el pequeño disco blanco comenzaba a disolverse lentamente. Verónica arqueó las cejas con escepticismo. «Solo frío, primo. Como cuando te echas alcohol en una herida, pero… íntimo». Pasados los minutos, decidí probar con mi lengua el efecto real. El sabor fue una explosión surrealista: menta intensa mezclada con el flavor único de sus fluidos, una combinación que alternaba entre refrescante y medicinal. Chupé con dedicación, notando cómo su clítoris se hinchaba bajo mi atención, pero ella solo movía la cabeza con una sonrisa compasiva. «No es lo que esperaba, Roy. Sabe a dentífrico usado en sitios equivocados».
El experimento con el Halls de cereza fue directamente decepcionante. El color rojo began a teñir sus labios vaginales de un tono alarmante que parecía sangre menstrual. «Parece crimen pasional», bromeó Verónica con ironía, aunque su expresión decía claramente que la sensación no era placentera sino más bien irritante. El sabor, cuando lo probé, recordaba a esos jarabes para la tos que detestaba de niño, con un regusto artificial que se adhería al paladar de manera desagradable. Peor aún, comenzó a producir una espuma rosada que nos hizo estallar en carcajadas incómodas. «Esto es asqueroso, primo», admitió ella mientras se limpiaba con una toalla, aunque sus dedos continuaban acariciando su clítoris como buscando rescatar algo de placer del fracaso.
Fue el Halls de miel y limón el que finalmente nos hizo abandonar el proyecto científico. Al contacto ...