El Relato de Maribel (Continuación de «Del Uno al Diez con Maribel»)
Fecha: 06/10/2025,
Categorías:
Hetero
Incesto
Autor: Afortunadoenelamor, Fuente: SexoSinTabues30
... niña de tan solo ocho años. Sí pude notar, en cambio, el momento exacto en el que se le fueron las palabras para ser reemplazadas por unos dulces jadeos enmarcados en una expresión de satisfacción sexual.
Llevando sus manos a mi rostro, Maribel me atrajo hacia ella, y me ofreció un beso de lengua que yo acepté gustoso. Tras hacerlo, mi mirada bajó por la piel de su cuello hasta quedar fija en el primer botón de su camisa. Por un momento detuve mi vaivén con el fin de desabrocharlo junto a los otros, y apenas traté de hacerlo, mi prima cruzó los brazos para impedirlo. Tras otra mirada juguetona acompañada por una sonrisa con los labios apretados,, ella rió llevando los brazos a los lados y me dijo: «Mentiiira… Ya, puedes verme, pero lo de arriba nomás».
Unos segundos después, me deleitaba con la vista de aquella piel ligeramente oscura que me ofrecía el torso desnudo de Maribel. Tras juguetear un poco con unos tiernos pezones y un vientre por demás sensible, volví a mi posición anterior para seguir complaciendo a mi pequeña amante. Totalmente perdido en mi faena, fuí aumentando el ritmo hasta que, con su voz, ella me detuvo. Con los ojos bien abiertos, ella me miró, y con voz entrecoetada, dijo: «Así igualito estaba haciendo sonar su cama la otra noche mi mamá, y… y… a ese su amigo… le estaba diciendo que le estaba gustando. No se qué cosa le estaba haciendo».
Sorprendido por la siempre insatisfecha curiosidad de mi prima, le dije: «¿Te acuerdas lo que estábamos ...
... haciendo en el armario la otra noche? Ellos estaban haciendo algo parecido, solo que mejor». Tras pensarlo un poco, agregué: «Si quieres, te muestro, pero tienes que bajarte tu pantalón y tu calzón».
Maribel protestó, diciéndome que le daba vergüenza que la viera ahí. Para tratar de convencerla, le dije que no tenía por qué sentirse así, y acto seguido, dando el ejemplo, me bajé pantalones y calzoncillos para dejarla ver mi miembro en su máxima erección. Ella soltó entonces un suspiro, reflejo de excitación, aunque no el suficiente para ceder. Tras pensarlo unos segundos, ne propuso: «Haremos algo. Yo me bajo mi pantalón y mi calzón, así como vos quieres. Me puedes hacer lo que más te guste, pero a mi cara nomás me puedes mirar».
Por unos segundos levanté la mirada, deleitándome al menos con el sonido deslizante de su ropa al dejar sus genitales al descubierto. Listo para un nuevo paso en nuestra aventura de descubrimiento, llevé mis ojos a los suyos y levanté sus piernas lo suficiente para que sus ropas, bajadas a la mitad, no fueran un impedimento. Mi miembro se posó por fin en aquella suave hendidura, y con un suspiro empecé a moverme.
El contacto con la vulva de una nena de semejante edad es algo que muy pocas cosas pueden superar; cada movimiento liberador de una ráfaga de placer. Pronto mi prima empezó a gemir, y yo, sin dejar de complacer su cuerpo, me dispuse también a satisfacer su curiosidad, llevando mis labios a uno de sus oídos.
«Esto estaban haciendo la ...