1. Amor de madre, sexo de madre


    Fecha: 29/10/2025, Categorías: Incesto Autor: Pancho Alabarde, Fuente: CuentoRelatos

    Todo el mundo reconoce que no existe mejor amor que el amor de madre, pero somos muy pocos los que hemos descubierto que no existe mejor sexo que el de tu propia madre.
    
    Tengo treinta y algunos años, vivo en Madrid y como ya saben algunos de ustedes por anteriores relatos, hasta hace poco tiempo yo militaba en una orden religiosa entre cuyas virtudes, o defectos, se practica la abstinencia sexual como una manera de ganar la excelencia y contribuir con nuestro sacrificio a la salvación del mundo.
    
    Como pueden suponer, y mis anteriores relatos así lo atestiguan, esto puede desquiciar al más cuerdo de los humanos, de modo que los mande al infierno y ahora me estoy desquitando a trompicones, y como en esto del sexo no tenía demasiada experiencia, pues me enganché a mi madre y se la metí hasta volverme loco, perdón, hasta volvernos locos.
    
    Dado que ella estaba divorciada desde hacía años de mi padre y no pasaba precisamente por una posición muy desahogada, le ofrecí que se quedara a vivir conmigo en Madrid, a modo de madre de día y amante de noche, y así vivimos felizmente desde hace meses, pero como ya saben ustedes que el demonio, cuando no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas, pues es el caso que vengo sospechando que mi madre, últimamente, me está poniendo los cuernos.
    
    No es por que sea mi madre, pero debo decirles que mi madre tiene cuerpo que no desmerece de las portadas de Play Boy, además folla como los ángeles y se corre como las teen-agers. Es una señora ...
    ... en la calle, una cocinera en la cocina y una puta en la cama y no como otras que son señoras en la cocina, putas en la calle y cocineras en la cama. Ya les digo, para subirse encima de ella y no descabalgar en todo el día.
    
    Mi vida sexual con mi madre hasta el momento, ha sido placentera, fluida y fantasiosa, llena de ardor, fogosidad, ímpetu y apasionamiento, pero desde hace unos días he venido notando cierta atonía, cierta relajación, no, no es que no gritase cuando le sobaba las tetas, no es que no me hincase las uñas cuando se la metía, no es que no se retorciese de espasmos cuando se corría, es que sencillamente lo fingía.
    
    Y claro, comprenderán ustedes mi turbación al comprobar, más allá de cualquier duda razonable, que mi madre me estaba poniendo los cuernos. Yo meter, se la metía cada tanto, es decir, todos los días, pero ella correr, no se me corría con tanta frecuencia, es decir, no se me corría nunca, y la cosa iba en aumento, porque ya estos últimos días ni se molestaba en fingir, simplemente se quitaba las bragas, se abría de piernas y esperaba pacientemente a que me corriera para irse al lavabo, limpiarse y volver a la cama a dormirse como una marmota, de modo que he llegado a una conclusión determinante: a mi madre se la están metiendo.
    
    A mí, esto me estaba encelando de tal manera que he mandado el trabajo al carajo, y me estoy dedicando a lo único que en este momento me apasiona: espiar a mi madre de día y metérsela de noche en su chumino ya trajinado. ...
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