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Deseo oculto 4
Fecha: 31/10/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: EROTIKA, Fuente: TodoRelatos
—Ven a mi despacho ahora mismo — me ordenó sin preámbulos. Mi corazón se disparó, latiendo a mil por hora. ¿Le habría gustado la escena con Pablo en las duchas del gimnasio? Caminé por el pasillo, los nervios a flor de piel, hasta su despacho. La puerta estaba abierta cuando llegué, y lo encontré sentado tras su mesa, su figura imponente. — ¿Señor? — logré musitar, la voz apenas saliendo de mi garganta. — Entra. Lo has hecho muy bien, mi sumisa. Lo tienes justo donde lo queríamos. Me encanta verte follar con él. Es justo lo que yo quería — su voz ronroneó, disipando de golpe el nudo de miedo que había sentido. Una sonrisa satisfecha se extendió por mi rostro; complacer a mi Amo era mi mayor recompensa. —Ven aquí, mi sumisa. Me acerqué a él, mis pasos firmes, y me senté sobre la superficie fría de la mesa mientras él permanecía en su silla, observándome. Abrió mis piernas con suavidad, y su rostro se acercó a mi sexo. Inspiró profundamente, sus fosas nasales dilatándose. — ¡Uhm, hueles a su sexo!— su voz se volvió grave, casi gutural. Metió dos dedos entre los pliegues húmedos de mi carne, penetrándome con una lentitud que me hizo gemir. — Su semen aún está ahí. Buff, me pongo tieso solo de pensarlo. Baja. Bajé de la mesa al instante, dándole la espalda. Sabía perfectamente lo que quería, lo que estaba a punto de hacer. Sentí sus manos en mis caderas, atrayéndome hacia él hasta que su erección se posó firme contra mis nalgas. El roce era una promesa, un ...
... fuego que se encendía de nuevo con la familiaridad de su deseo. Sus dedos exploraron la hendidura entre mis nalgas, untándome con el rastro húmedo de mi anterior encuentro. Un gemido se escapó de mis labios cuando el pulso de su polla me rozó, una invitación que no pude ignorar. Luego, con un empuje lento y deliberado, sentí cómo se deslizaba dentro de mí. Suspiré, el aire atrapado en mis pulmones mientras me llenaba. Él no se movió de inmediato, solo me sostuvo con fuerza, permitiendo que la sensación de estar unidos de nuevo me invadiera por completo. La lentitud era una tortura deliciosa, cada segundo una eternidad de anticipación. — Eres solo mía, sumisa. Y te gusta, ¿verdad? — susurró, su voz ronca contra mi oído, mientras comenzaba a moverse, sus embestidas firmes y rítmicas. Cada empuje me obligaba a inclinarme más sobre la mesa, mis manos apoyadas en el frío pulido de la madera, mi cuerpo respondiendo sin control a su voluntad. — Sí, soy tuya, Señor — confirmé. Aunque empezaba a sentir que ya no era así, algo había cambiado, sus juegos, hacer que me acostara con otros hombres estaba haciendo que nuestra relación se resquebrajara, que lo que sentía por él se diluyera. Además, estaba Pablo y la conexión que tenía con él, que cada vez se hacía más grande, más fuerte, y me satisfacia más. El ritmo de sus embestidas se hizo más urgente, llenando el despacho con el sonido de nuestros cuerpos unidos, el jadeo de mi aliento y sus propios gruñidos de placer. Mis ...